Parte del libro “El Islam y su respuesta a las cuestiones actuales” por Hazrat Mirza Tahir Ahmad (ra)
La universalidad del profetazgo
El Santo Corán dice a este respecto:
Hicimos surgir en cada pueblo a un Mensajero con la enseñanza, “Adora a Al’lah y evita al malvado” (C. 16: Al-Nahl: 37)
En segundo lugar, el Santo Corán declara: ¡Oh Profeta de Dios, tú no eres el único profeta en el mundo!
En verdad hemos enviado Mensajeros antes de ti; de entre ellos hay algunos que te hemos mencionado, y entre ellos hay algunos que no te hemos mencionado (C. 40: Al-Mu’min: 79)
El Santo Corán recuerda al Santo Profeta del Islam:
No eres sino un Amonestador. En verdad te hemos enviado con la Verdad, como portador de buenas nuevas y como Advertidor; y no hay pueblo al que no haya llegado un Amonestador. (C. 35: Al-Fatir: 24-25)
A la vista de lo anterior, queda manifiestamente claro que el Islam no monopoliza la verdad, eliminando a todas las demás religiones, sino que categóricamente declara que en todas las épocas y partes del mundo Dios ha estado cuidando de las necesidades religiosas y espirituales de la humanidad, haciendo surgir Mensajeros que entregaban el mensaje divino al pueblo al que eran destinados.
Todos los profetas son iguales
Surge la pregunta de que si existen tantos profetas de Dios enviados a todos los pueblos del mundo, en diferentes partes y en distintas épocas, ¿tienen todos acaso la misma autoridad divina? Según el Santo Corán, todos los Profetas pertenecen a Dios, y por tanto, en lo que se refiere a su autoridad divina, ejercen su autoridad con la misma fuerza y capacidad. Nadie posee el derecho a discriminar a un profeta frente a otro. En lo referente a la autenticidad de su mensaje, todos los Profetas son iguales. Esta actitud del Islam hacia otras religiones y sus Fundadores, así como a sus Profetas menores, puede funcionar como factor importante de unión y consolidación entre distintas religiones. El principio de que la autenticidad de la Revelación de cada Profeta posee el mismo estatus, puede emplearse como fuerza unificadora poderosa que acerque a religiones diversas. Esto transforma la actitud de hostilidad hacia la revelación de Profetas de otras religiones en una actitud de respeto y reverencia. Es, de nuevo, la posición clara y lógica mantenida por el Santo Corán:
Este Mensajero, el Santo Fundador del Islam, cree en lo que le fue revelado procedente de su Señor, y también los creyentes; todos ellos creen en Al’lah; y en Sus ángeles, y en Sus Libros, y en Sus Mensajeros, diciendo: “No hacemos distinción entre ninguno de Sus Mensajeros. Y dicen: “Hemos oído y somos obedientes….” (C.2: Al-Baqarah: 286)
Este tema se repite en otros versículos del Santo Corán. Por ejemplo:
En verdad, quienes no creen en Al’lah y en Sus Mensajeros e intentan hacer distinción entre Al’lah y Sus Mensajeros, y dicen: “Creemos en algunos de ellos y no creemos en otros” e intentan tomar un camino intermedio, éstos son en verdad los incrédulos; y hemos preparado para los incrédulos un castigo humillante. Mas quienes creen en Al’lah y en todos Sus Mensajeros y no hacen distinción alguna entre ellos, a éstos les daremos pronto sus recompensas. Pues Al’lah es el Mayor Perdonador y Misericordioso. (C. 4: Al-Nisa: 151-153)
¿Puede el rango ser diferente si la autenticidad es la misma?
Si todos los Profetas tienen la misma autenticidad, ¿deben acaso ser iguales en rango? La respuesta a esta pregunta es que, en diferentes aspectos, los Profetas pueden variar en sus cualidades personales y en la manera de desempeñar sus responsabilidades. En lo que respecta a su proximidad a Dios y al status relativo que mantienen a la vista de Dios, los Mensajeros y Profetas pueden diferir de uno a otro. El estudio de la historia de los Profetas de la Santa Biblia, el Sagrado Corán y otras Escrituras confirma esta conclusión.
El Santo Corán admite que existen diferencias de status, pero de manera que no alteran la paz del hombre. El propio Sagrado Corán declara que no existe diferencia en lo que se refiere a la autenticidad de los Mensajes procedentes de Dios entre uno y otro Profeta. Declara:
A estos Mensajeros hemos exaltado, algunos de ellos por encima de otros; entre ellos hay a quienes Al’lah habló frecuentemente; y a algunos de ellos Él los exaltó en distintas categorías (C. 2: Al-Baqarah: 254).
Aceptando esta proposición, uno se pregunta quién debe ser considerado como el más elevado en rango entre los Profetas. Se trata de un aspecto delicado, pero no se pueden cerrar los ojos ante la importancia de esta cuestión.
Los fieles de casi todas las religiones afirman que el Fundador de su religión posee la supremacía y que nadie puede rivalizar con él en excelencia, dignidad, piedad, honor, y, en general, en todas las cualidades que conforman a un Profeta. Así pues, ¿Declara también el Islam que Muhammad, el Santo profeta del Islam, la paz y bendiciones de Dios sean con él, es el más elevado de todos los Profetas? Efectivamente, el Islam hace una afirmación inequívoca sobre la excelencia y supremacía de las cualidades del Santo Profeta sobre el resto de los Profetas del mundo. Sin embargo, existe una diferencia muy clara entre el Islam y las demás religiones en cuanto a la actitud ante esta afirmación.
En primer lugar, debe ser tenido en cuenta que ninguna otra religión aparte del Islam reconoce la universalidad del Oficio Profético. Cuando los judíos declaran – si así lo afirman- que Moisés fue el Profeta más grande, no están comparando a Moisés con Buda, Krishna, Jesús o Muhammad, la paz y bendiciones de Dios sea con todos ellos, porque niegan que las declaraciones de todos los grandes Fundadores de las religiones mencionadas sean genuinas y dignas de ser aceptadas. Por lo tanto, en la lista judía de Profetas, no están incluidos otros Profetas más que los que se mencionan específicamente en el Antiguo Testamento, desechándose la mera posibilidad de que pudieran existir Profetas en otros lugares. A la luz de esta actitud, su afirmación respecto a la supremacía de cierto Profeta judaico no pertenece a la misma categoría que la del Islam respecto al judaísmo. Los Profetas de fuera de la Santa Biblia simplemente no existen. Ocurre exactamente lo mismo con las declaraciones similares del budismo, zoroatrianismo, hinduismo etc.
Hay además otra diferencia que ha de ser tenida en cuenta. Cuando hablamos de sus Profetas, somos conscientes de que no siempre consideran a sus personajes santos y religiosos como Profetas. El concepto de Profetas y Mensajeros tal como es entendido en el Judaísmo, Cristianismo e Islam no es entendido exactamente igual por la mayoría de las demás religiones. Al contrario, tratan a los Fundadores y santos de su religión como personajes sagrados, reencarnaciones de Dios, Dios en persona, o algo que Se le asemeja. Quizá en este respecto, Jesucristo ha de ser entendido como una excepción -desde el punto de vista del Cristianismo-.
Sin embargo, de acuerdo con el Islam, todos los que se denominan dioses o reencarnación de Dios, o los así llamados hijos de Dios, son únicamente Profetas y Mensajeros que han sido deificados por sus seguidores en un período tardío. De hecho, para ser más concretos, según el Islam, la deificación de personajes santos en distintas religiones es un proceso gradual y no de “generación espontánea” contemporáneo al Profeta. Pero de ello hablaremos más adelante.
Cuando el Islam, no obstante, declara que su Santo fundador tiene la supremacía entre los Profetas, tiene en cuenta todos los personajes santos de todas las religiones del mundo en el sentido que le da el concepto judeo-islámico de los Profetas. Merece la pena reiterar que el Islam considera a los Fundadores de todas las religiones reveladas como meros seres humanos que fueron elevados por Dios al rango de Oficio Profético.
No existe excepción en este fenómeno universal. Por ejemplo, el Santo Corán declara:
¿Qué ocurrirá cuando aportemos un testigo de cada pueblo, y te llevemos a ti como testigo contra éstos? (C.4 Al.Nisa:42)
Habiendo realizado esta clarificación esencial, vamos a estudiar el status del Santo Profeta del Islam, la paz y bendiciones de Al’lah sean con él, según el Sagrado Corán. La declaración más incontrovertible y clara respecto al Santo Profeta del Islam se encuentra en el conocido y ampliamente comentado versículo del Santo Corán:
Muhammad no es el padre de ninguno de vosotros, sino que es el Mensajero de Al’lah y (Jataman Nabiyyin) el Sello de los Profetas, y Al’lah tiene pleno conocimiento de todas las cosas. (C.33: Al-Ahzab: 41)
La palabra árabe Jatam de este versículo tiene varias connotaciones, pero la esencia del título Jataman Nabiyyin, no tiene sombra de duda: ser el mejor, el supremo, la última palabra, la autoridad definitiva, quién abarca todo y testifica la verdad de los demás. (Lexicón de la lengua árabe F.W. Lane, Aqrab al-Muwarid, el Mufradat del Imam Raghib, Fath y Zurqani).
Otro versículo que habla de la excelencia del Santo Fundador del Islam declara que las enseñanzas de Santo Profeta son perfectas y definitivas. El versículo dice lo siguiente:
…Este día he perfeccionado vuestra religión para vosotros y completado Mi Gracia sobre vosotros y os he escogido al Islam como vuestra religión… (C.5: Al-Maidah: 4)
La deducción obvia de esta afirmación sería que de entre todos los Profetas Portadores de Ley en el mundo, y por entregar al mundo la enseñanza más perfecta, ocuparía el lugar más elevado.
Al desarrollar el tema, se asegura al Santo Fundador en términos claros que el Libro que se le revela será guardado y protegido de las interpolaciones. Como tal, no sólo es una enseñanza declarada perfecta sino también permanente: sería guardada en su pureza y sin adulteración con las mismas palabras con las que fue revelada al Santo Fundador del Islam. La historia de los últimos catorce siglos ha aportado un amplio testimonio a la verdad de esta afirmación.
Los que siguen son algunos de los versículos más relevantes:
En verdad, Nosotros mismos hemos revelado esta Exhortación, y ciertamente que seremos su custodio (C.15: Al Hillr: 10)
En verdad, este es un Corán glorioso conservado en una tabla bien guardada (C.85: Al-Burull: 22-23)
A la vista de lo anterior, al Santo Fundador del Islam no sólo se le declara claramente que tiene la supremacía sino que además es el último y definitivo Profeta Portador de Ley, cuya autoridad continuará vigente hasta el final de los tiempos.
Al declarar lo anterior, surge la cuestión de sí, para algunos, esta declaración de la supremacía del Santo Fundador del Islam pudiese crear malentendidos o enemistad entre los seguidores de otras religiones. ¿Cómo se puede reconciliar esta afirmación con el tema de la conferencia, en el sentido de que el Islam garantiza la paz en todas las esferas de interés humano, siendo la religión una de las no menos importantes?
Ha sido por esta cuestión en la mente por lo que me he extendido en el comentario de esta afirmación. Esta pregunta puede ser respondida con plena satisfacción de más de una manera para quienes se la hayan planteado con la mente libre de prejuicios.
Como ya se ha dicho, afirmaciones similares se hacen por parte de seguidores de otras muchas religiones. Lo prudente es investigar los méritos relativos de la afirmación sin caer en el apasionamiento. La afirmación, por sí misma, no debe ofender la sensibilidad de los fieles de otras religiones que hacen similares afirmaciones desde su lado.
Pero el Islam da un paso más al enseñar la humildad y la decencia a sus seguidores de forma que su creencia en la supremacía del Santo Fundador del Islam no se exprese de manera tal que pueda ofender a los otros.
Las siguientes dos Tradiciones del Santo Fundador del Islam son claramente ilustrativas para elucidar el tema que comentamos:
(i) Uno de los compañeros del Santo Profeta del Islam se enzarzó en una discusión bastante apasionada con un fanático seguidor del Profeta Jonás de la ballena. Ambas partes afirmaban en el debate que su profeta sobrepasaba completamente al otro en excelencia. Parece ser que el contendiente musulmán hirió con sus argumentos la sensibilidad del seguidor de Jonás, el cual se dirigió al Profeta Muhammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él, y expuso su queja contra el musulmán con el que debatía. Dirigiéndose a la comunidad en general, el Profeta expresó las siguientes palabras, con ánimo instructivo:
No me declaréis superior a Jonás, el hijo de Mattah. (Bujari: Libro de los Profetas)
Algunos comentaristas musulmanes de las Tradiciones se sienten perplejos ante esta Tradición dado que aparenta estar en contra de la afirmación coránica de que Muhammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él, no sólo es superior a Jonás, sino a todos los Profetas. Sin embargo, parecen olvidar el hecho de que lo que él declaró no era que fuese inferior (o superior) a Jonás, sino simplemente, que sus seguidores no debían declarar que era superior de forma que pudieran ofender los sentimientos de los otros. En el contexto de lo que ocurrió, la única conclusión que podemos derivar es que el Profeta estaba enseñando a los musulmanes una lección de decencia. Les enseñaba a no incurrir en la jactancia. Debían evitar discutir su estatus de forma que pudieran causar ofensa a los demás. Tal actitud sin duda que había de perjudicar la causa del Islam, pues en lugar de ganar corazones y mentes para el mensaje del Islam, se conseguiría justamente lo contrario.
(ii) Esta actitud del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, se ve corroborada también por otra Tradición en la que un musulmán se vio envuelto en un debate similar con un judío. Ambos afirmaban y contradecían respectivamente la superioridad relativa de sus líderes espirituales. De la misma manera, fue el contendiente no-musulmán quién consideró justo expresar su queja por el comportamiento del adversario musulmán. El Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, respondió con su prudencia y humildad habitual, enseñando al musulmán la misma lección de cortesía y decencia, amonestando:
No declaréis que soy superior a Moisés (Bujari: ibíd.)
El resumen de lo que antecede es que sólo compete a Dios decidir y declarar el rango comparativo de cercanía a El de los distintos profetas. Es probable que en una época particular y en el contexto de una religión determinada, Dios haya expresado Su agrado con el Profeta de ese tiempo en términos tan intensos como para declararle el mejor. Los superlativos, después de todo, pueden usarse también en términos relativos en el contexto de una aplicación limitada en el tiempo y el espacio.
Ello pudo conducir fácilmente a los seguidores de un personaje santo a creer que él era el mejor y el más sagrado de todas las épocas y de todos los tiempos venideros. Creer genuinamente en ello no tiene por qué ser considerado como una ofensa a los demás. Una actitud civilizada requeriría que tales aspectos no fueran mal expresados de forma que degenerasen en una contienda entre religiones. Este es exactamente el verdadero sentido de la amonestación del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, referida anteriormente. De adoptarse este principio de humildad y decencia por parte de todas las demás religiones, el mundo de la controversia religiosa, sería el mejor posible.
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