Parte del libro “El Islam y su respuesta a las cuestiones actuales” por Hazrat Mirza Tahir Ahmad (ra)
La paz individual
Quienes creen y cuyos corazones hallan sosiego en el recuerdo de Al-lah. ¡(Ay! En el recuerdo de Al-lah es en lo que los corazones pueden hallar sosiego. (C. 13. Al-Ra´d: 29)
Estar en paz con uno mismo
Para finalizar – lo último pero no lo menos importante-, déjenme hacer hincapié en que la calidad y la actitud de los miembros de la sociedad juega un papel muy significativo en la creación de una sociedad pacífica o violenta.
Hemos discutido hasta aquí la arquitectura y el diseño de los edificios religiosos, sociales, económicos y políticos que el Islam proyecta erigir. En lo que respecta a la naturaleza del ladrillo requerido como material de construcción, el Islam hace un fuerte énfasis en el carácter y cualidades del individuo.
Este es un tema tratado con extensión a lo largo y ancho del Santo Corán. Lo que sigue son las características esenciales que, a mi entender, el Islam intenta inculcar a cada miembro de la sociedad.
Compitiendo unos con otros en buenas obras
Según el Islam, mediante la guía divina, los deseos y las ambiciones se impulsan y se restringen de tal manera que se alcanza el equilibrio perfecto. Sin tal equilibrio, es imposible lograr la paz social. El Islam promueve aquellos deseos y ambiciones que son independientes, en su mayor parte, del aspecto financiero de cada uno y están al alcance de cada individuo de cualquier esfera social, sin ningún costo nominal.
La ambición de sobresalir por encima de la media de los demás y obtener alguna distinción, es algo natural. Sin embargo, este deseo natural de sobresalir y elevarse sobre los demás, se vuelve dañino si se deja crecer sin disciplina ni freno. La envidia y el juego sucio, por ejemplo, pueden envenenar el espíritu de la libre competición hasta tal punto que la sociedad entera comienza a sufrir, en lugar de beneficiarse de las ventajas de un espíritu competitivo.
La tendencia a usar drogas en el deporte no es más que un pequeño ejemplo. Sin embargo, la competición en la industria, el negocio y el comercio en esferas nacionales e internacionales, nos proporcionan ejemplos extremadamente feos de ausencia de reglas de juego equitativas.
El tipo de juego sucio difiere de los países del Tercer Mundo a las naciones más avanzadas. En el Tercer Mundo, la corrupción, la adulteración, el abuso de confianza, el fraude y el engaño son sólo algunos de los instrumentos libremente empleados para conseguir rápidas ganancias económicas. Es por esto por lo que es preciso emplear la educación religiosa y moral en todas las esferas de la vida humana. La ausencia de esta educación puede conducir a consecuencias calamitosas.
El Islam nos proporciona instrucciones detalladas para cubrir todos los campos de la conducta competitiva. Pero, por desgracia, en los mismos países musulmanes, de donde tanto se habla de islamización y fundamentalismo islámico, rara vez uno se topa con un intento serio de islamizar la industria, los negocios, el comercio u otras relaciones económicas -una tragedia de primer orden, por cierto-.
El siguiente versículo del Santo Corán presenta la esencia de la enseñanza islámica en este terreno:
Y cada uno tiene una meta última hacia la que se dirige. Os hemos fijado dicha meta. Rivalizad, pues, entre vosotros en las buenas obras. Donde quiera que estéis, Al-lah os reunirá a todos. Ciertamente, Al-lah tiene poder para hacer todo lo que desea. (C. 2. Al-Baqarah: 149)
En esta breve exposición, está milagrosamente comprimida y conservada una sabiduría ilimitada. Sirve de principio rector que abarca todo tipo de competición y en todos los campos. La bondad debe permanecer por encima de todo. Debe ser la última meta. Ella misma debe ser el objeto de cualquier competición. El juego sucio y la mezquindad se han desterrado por completo de un simple golpe.
Si el tiempo lo permitiera, podríamos profundizar en el tema y proporcionar una amplia ilustración de las enseñanzas islámicas, que hacen posible que todo tipo de competición se mantenga sana, pura y correcta. Rara vez la gente se percata de que la verdadera paz de mente y de corazón, yace en la conciencia de que uno es bueno, y no en fabulosos logros conseguidos mediante el uso de medios malos e ilícitos.
Este tipo de individuos nunca están en paz con la sociedad ni consigo mismos. Para un observador superficial presentan una fachada de grandes logros y consecuente satisfacción, pero es más una victoria hueca que un triunfo real.
Un amigo íntimo de un difunto multimillonario de Pakistán, me relató en una ocasión una sorprendente historia de una desesperación total. En una ocasión felicitó a su amigo por su gran éxito y su triunfo. En lugar de sentirse agradecido, la espontánea reacción del multimillonario fue totalmente imprevista. Desabrochó los botones de su camisa y movió su mano como si fuera a rasgar su pecho usando las uñas como si se trataran de las garras de un animal. Exclamaba: “¡(Maldito éxito! Si alguien pudiera abrir mi pecho y mirar en su interior, no encontraría más que un fuego ardiente”.
Algunos confiesan esta dura realidad; otros no. Nadie puede vencer a la naturaleza humana. Uno puede tener éxito amontonando colosales fortunas y acceder a todas las comodidades y lujos de la vida. Pero no es faltar a la verdad afirmar que son pocos los ricos, si los hay, sinceramente felices y contentos. Su condición se ha descrito en el Santo Corán de la siguiente forma:
¡Ay de todo detractor, calumniador, que amontona riqueza y la cuenta una y otra vez! Piensa que su riqueza lo hará inmortal. ¡No! En verdad será arrojado al tormento aplastante. ¿Y, qué te dará a conocer qué es el tormento aplastante? Es el fuego encendido de Al-lah, que salta sobre los corazones. Será encerrado para ellos en columnas extendidas. (C. 104. Al-Humazah: 2-10)
Sin embargo, la satisfacción sincera continuará evadiéndose, a menos que uno satisfaga el arraigado impulso de la naturaleza humana de hacer el bien, ser mejor y llevar una vida noble.
Afecto entre parientes y amigos
La promoción del amor entre parientes y amigos para construir un sistema familiar con sólidos vínculos, ha sido ya discutido al tratar de la paz social. Se menciona aquí, para subrayar la necesidad de mejorar la calidad del individuo, que lleva a cabo un papel en la sociedad similar al que realiza un ladrillo. Sin incrementar la calidad del ladrillo, la calidad del edificio no puede ser mejorada.
El servicio a los demas
El Islam hace énfasis en la posibilidad real de obtener una gran satisfacción dedicándose al servicio de la humanidad; mucho más que recibiendo de los demás. La siguiente parte de un versículo del Santo Corán expresa este mensaje:
Sois el mejor pueblo porque os dedicáis al servicio y habéis sido exaltados para el bien de la humanidad; alentáis lo bueno, prohibís lo malo y creéis en Al-lah. (C. 3. Al-Imran)
Esto indica que a un musulmán no se le da prioridad sobre otros arbitrariamente. Ser musulmán no implica automáticamente que él o ella es mejor que los demás. Cada uno tiene que merecerse este título, dedicándose al servicio de los demás, de tal forma que la corriente de favores fluya de uno hacia los demás.
Definiendo el sentido de JAIR, que significa a la vez “mejor” y “el mejor”, el Santo Profeta sa dijo en una ocasión:
La mano más alta es mejor que la mano más baja; las manos más altas dan y gastan, las manos más bajas, suplican y reciben. (Narrado por Ibn Umar Bujari y Muslim).
En el Santo Corán y en la Tradición del Santo Profeta sa, se ha recalcado tanto este aspecto que algunos Compañeros del Santo Profeta sa, fijaron unos estándares nuevos y elevados en esta área de la excelencia humana. No sólo estuvieron comprometidos en el servicio de los demás, si no que siempre evitaron recibir y pedir favores a otros.
Auf ibn Malik Ashj´ai relata: En una ocasión, siete, ocho o nueve de nosotros nos hallábamos con el Santo Profeta sa, cuando nos dijo: “)Haréis algún pacto con el Mensajero de Al-lah? Hacía poco tiempo que habíamos hecho nuestro pacto con él, por lo que le dijimos: “Hemos hecho ya nuestro pacto contigo, Mensajero de Al-lah”. El Santo Profeta sa repitió su pregunta y le contestamos con la misma respuesta, añadiendo: “) ¿Que pacto deberíamos hacer ahora contigo?”. El dijo: “Que adoréis a Al-lah y no asociéis nada con El, que cumpláis las cinco oraciones obligatorias, obedezcáis a Al-lah y no pidáis nunca nada a nadie”. Después me percaté de que si una rienda hubiera caído de la mano de alguno, no se hubiera atrevido a pedir a nadie que se la devolviera” (Muslim).
El énfasis en el servicio no constituye una simple aproximación árida y austera, sino que se trata de un intento para refinar las actitudes humanas e inculcar en el ser humano el gusto por valores más sofisticados. Una vez que estos gustos refinados se desarrollan, los seres humanos pueden ser educados para disfrutar del servicio a los demás, en lugar de ser simples receptores de los favores y servicios del prójimo.
La mitad de la fe consiste en el servicio a la creación de Dios.
La consigna islámica parece indicar que todo acto de bondad es una recompensa en sí mismo. Está fuera del ámbito de la argumentación; únicamente puede ser experimentado.
Buscando el agrado de dios
El Islam no se queda corto en sus pretensiones de cultivar valores más elevados en la conducta humana. El Islam crea entre sus seguidores la conciencia de que el reconocimiento divino de todas las bondades propias es lo que concierne y lo que debe importar. Este énfasis elimina la necesidad de mostrar a los demás las buenas obras propias para ganar el aplauso de los observadores. Para un verdadero creyente, es más que suficiente que todos sus actos, sean buenos o malos, estén dentro del conocimiento del Omnisciente Dios. Hablando de este tema, el Sagrado Corán puntualiza:
En ese día, la tierra referirá sus noticias, porque tu Señor así se lo habrá ordenado. En ese día, los hombres comparecerán diseminados para que pueda mostrárseles los resultados de sus acciones. Entonces, quién haya hecho una buena obra aunque sea tan pequeña e insignificante como un átomo, verá como Dios es consciente de ello, y quién haya hecho una obra malvada tan pequeña e insignificante como un átomo verá también que Dios es consciente de ello. (C. 99. Al-Zilzal: 5-9)
Se debería tener en cuenta que este es un paso importante en la dirección de la reforma de la sociedad humana. Es la única cura efectiva de la vanidad del hombre y de su deseo de exhibición y exposición.
En una definición más profunda de la caridad, el Santo Profeta sa incluyó los siguientes actos como merecedores de una recompensa de Dios:
“La caridad proviene de cada parte de una persona, cada día en el que sale el sol. Hacer justicia entre dos personas, es caridad, ayudar a una persona a subir en su montura ó a colocar su equipaje, es caridad, quitar del camino lo que ocasione molestias, es caridad. (Narrado por Abu Hurerah: Bujari y Muslim).
“Si un musulmán planta un árbol, todo lo que se coma de él, es caridad de su parte, lo que se roba de él, es caridad y lo que se substrae de él, igualmente es caridad”. (Narrado por Jabir: Muslim)
“Protegeos contra el Fuego, aunque sea regalando la mitad de un dátil por caridad; y si no lo tuvierais, diciendo una buena palabra”. (Narrado por Adiyy ibn Hatim: Bujari)
Si una persona no tuviera nada, debería trabajar con sus propias manos para su propio beneficio y también para dar limosna. Si no puede trabajar, debería ayudar al necesitado que esta desvalido. Y si tampoco pudiera hacer esto, debería alentar a otros hacia la bondad. Si esto le resultara imposible, debería disuadirse de cometer el mal. Esto es también caridad. (Narrado por Abu Musa Ashari: Bujari y Muslim)
Incluso un bocado de comida puesto en la boca de la propia esposa, merece el agrado de Dios.
Un constante conocimiento de los demás seres humanos
El Islam desarrolla la sensibilidad y la consciencia ante el dolor y el sufrimiento ajeno. Ya hemos comentado este aspecto en la sección relativa a la paz socio-económica y política. No es necesario un nuevo comentario adicional.
Un ámbito más amplio de atenciones amorosas
El Islam ensancha el ámbito propio y la capacidad de amar, no sólo a nuestros semejantes, los seres humanos, sino a la totalidad de la creación Divina.
Como el Islam proclama ser la última religión revelada, dirigida no sólo a un pueblo sino a toda la humanidad, sería lógico esperar, por tanto, que el Santo Profeta sa fuera descrito, en consecuencia, como una fuente de luz y bendiciones para toda la humanidad. Sin embargo, uno se sorprende al leer, en cambio, que el Santo Profeta sa, es descrito en el Santo Corán como:
Una bendición para el universo entero. (C. 21. Al-Anbiya´: 108)
La palabra “ALAM” en árabe significa el mundo o la totalidad del mundo. Sin embargo, la palabra usada aquí es “AL-ALAMIN” que es el plural de Alam (la totalidad de los mundos). Como tal, lo hemos traducido como el universo entero.
Un escéptico puede no estar convencido de la validez de tan alto título. Pero un entendimiento más profundo de su relación con el oficio de Profeta universal, que sin duda poseía el Santo Profeta sa, puede revelarnos la sabiduría del título bendición para el universo entero.
El objeto de la creación del hombre
Según el concepto coránico de la creación, la idea de la creación de un sólo universo inanimado, no hubiera servido para otro propósito que el de constituir -Dios nos perdone- un acto fútil por parte del Creador. ) ¿Quién conocería y quién compartiría el conocimiento con el Creador de la existencia de las cosas? Sería equivalente a la creación de algo sin sentido.
El propósito de la creación fue crear una conciencia, para, en última instancia, mejorar, ampliar y elevar la calidad de tal conciencia hacia el objetivo final de la creación.
No es un objetivo simple, y necesitaría una completa exposición aparte, que quedaría fuera del ámbito de la alocución de hoy. La parte relevante, por hacerla simple, consiste en que el último propósito de la creación, era crear un ser consciente del más alto nivel, que no sólo se sometería voluntariamente a la más sublime belleza Divina -reflejada directamente en Su creación-, sino que también dirigiría a la creación más elevada (es decir, la humanidad) hacia la última meta de su creación, o al menos, lo haría posible a aquellos que desearan seguirLe.
Suprimamos hipotéticamente, por un momento, el último objetivo de la creación: la entera razón de ser de la creación y del mantenimiento de este universo se colapsarían de súbito.
En un ejemplo simplificado, la razón de plantar una semilla y alimentar, regar, podar y mantener un árbol frutal, es la fruta misma. Si no hubiera fruta, no habría árbol. Todo el esfuerzo de la plantación, la alimentación y el mantenimiento del árbol frutal sin el concepto de la fruta como producto final, sería algo vano y sin sentido. Como tal, todo el árbol frutal, incluyendo sus raíces, su tronco, sus tallos, sus ramas, sus hojas y sus brotes, están al servicio de la fruta. Aún anticipándose en el tiempo, todas las partes del árbol se dedican a su último propósito. Es la beneficencia del propósito lo que crea el propio instrumento de la creación.
A la luz de esta relación entre el objeto supremo de la creación y el resto del universo, cuando se estudian las enseñanzas del Islam, uno se sorprende al darse cuenta de que el Islam no sólo abarca la relación entre el hombre y Dios y Dios y el hombre, sino también las relaciones del hombre con el reino animal y el mundo inanimado que le rodea.
Todo cuanto existe se vuelve sagrado, no por su superioridad respecto al hombre, sino porque ha sido creado específicamente por el Señor de la creación para el mismo hombre, directa o indirectamente. Nada de cuanto existe en el universo carece ya de sentido por más tiempo, o distante o separado. Incluso las estrellas más lejanas, adquieren un sentido y un lugar en el proyecto de la creación humana. Esto es lo que repetidamente se expone en el Santo Corán desde diferentes ángulos, siendo los siguientes algunos ejemplos:
Llamamos como testigo al sol y su brillo, y a la luna cuando lo sigue. Y al día cuando revela su gloria. Y a la noche cuando extiende su manto sobre él, y a los cielos y al propósito de su creación, y a la tierra y al propósito de su creación, y a la tierra y al propósito de su extensión, y el alma y su proporción perfecta. Él le reveló lo que es malo y lo que es justo para él de todas las cosas. En verdad, prospera quién lo purifica; más quién lo suprime, queda arruinado. (C. 91. Al-Shams: 2-11)
El os ha sometido cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra; todo esto procede de Él. Aquí hay en verdad Signos para un pueblo que reflexione.” (C. 45. Al-Llaziyah: 14)
Y sometió a vuestro servicio la noche y el día, el sol y la luna; las estrellas también fueron puestas a vuestro servicio por Su orden. En verdad, aquí hay Signos para las gentes que utilizan la razón. (C. 16. Al-Nahl: 13)
) ¿No habéis visto que Al-lah ha sometido a vuestro servicio todo lo que hay en los cielos y todo lo que hay en la tierra, y os dado Sus favores, tanto exterior como interiormente? Entre los hombres, los hay que disputan en relación con Al-lah, sin conocimiento ni guía y sin la autoridad de un Libro lúcido. (C. 31. Al-Luqman: 21)
En verdad, hemos creado al hombre de la mejor manera. (C. 95. Al-Tin: 5)
Muchos otros versículos e incluso pequeños capítulos del Santo Corán, están dedicados enteramente a este aspecto, explicando que el hombre es un micro-universo que ha recibido la influencia de todas las formas de la creación. Incluso la estrella más remota, ha contribuido a este micro-universo del hombre.
Pero esta relación no es la de un siervo hacia su dueño, sino la del dueño hacia su siervo. Los dueños no se inclinan y se postran ante quienes les sirven. El hombre, por lo tanto, se erige como el dueño de todo el universo y el siervo de sólo Aquel que es Único, Señor y Creador del universo.
¡Qué diferente es esta filosofía de la de otras muchas religiones, que no sólo enseñan la idolatría sino también la adoración de la naturaleza en distintas formas! En sus filosofías, la luna, las estrellas, el sol, los océanos, los árboles, la lluvia, los relámpagos, las tormentas o incluso animales tales como las vacas, las serpientes o los pájaros, todos ellos aparecen, de algún modo, superiores al hombre. Al hombre se le enseña a adorarles como dioses, a causa de alguna superioridad que en algunos aspectos poseen sobre él. En definitiva, se coloca al hombre en el plano más inferior y se le hace servidor de todo aquello que fue creado únicamente para servirle.
Según la interpretación islámica del esquema de valores, el hombre es el dueño, por así decirlo, de toda la creación. Por tanto, el hombre tiene la mayor deuda con su Creador, porque es quién más se ha beneficiado de la creación de Dios, que ha sometido todo al servicio del hombre.
En otras palabras, el hombre se emancipa de toda esclavitud al aceptar únicamente una servidumbre: la que debe a su Creador. El hombre es la personificación y el símbolo de la conciencia y el conocimiento del universo entero. Cuando se inclina y postra ante su Creador, el cosmos entero se inclina y postra con él. Cuando vuelve hacia su Creador, el universo entero vuelve, digámoslo así, a su Creador.
Este conocimiento último y amoldar la vida propia para alcanzar este objetivo, es, según el Islam, la paz definitiva.
Una frase del Santo Corán, repetida con frecuencia por los musulmanes, resume esta filosofía en pocas palabras:
En verdad a Al-lah pertenecemos y a El volveremos. (C. 2: Al-Baqarah: 157)
Pocos entienden que aquí el significado de “volver” no es físico sino espiritual. No se trata de una simple afirmación sino de un recordatorio del propósito de la creación del hombre. Al igual que el salmón no halla la paz hasta que retorna a su lugar de origen -su terreno de desove-, el corazón humano no puede encontrar la paz sin retornar espiritualmente a la fuente de su creación. Este es el significado del versículo:
Quienes creen y cuyos corazones hallan sosiego en el recuerdo de Al-lah. ( ¡Ay! Sólo en el recuerdo de Al-lah es en lo que los corazones pueden hallar sosiego… (C. 13. Al-Rad: 29.)
Sin dios, no puede haber paz
El hombre no puede vivir en paz consigo mismo, ni se puede garantizar la paz a la sociedad sin esta fórmula: ninguna otra fórmula funciona. Sólo el amor a Dios puede dar lugar a un verdadero respeto a Su creación. Cuanto más alto es el orden de la creación, más se acerca al Creador, y más se refuerza el vínculo entre el Creador y lo creado.
El hombre comienza a respetar a los demás hombres por un objetivo más elevado y más noble: el respeto y la obligación debidos a Su Creador hace que el hombre respete a la humanidad. Se puede afirmar, que, en esencia, es el amor de Dios el que se transforma en el amor por Su creación. Eliminemos hipotéticamente a Dios del escenario por un momento, y veremos, como de repente, las relaciones humanas adquieren una perspectiva completamente distinta.
El vacío creado por la no-existencia de Dios, se rellena bruscamente con el ego humano. La filosofía de que el hombre puede vivir sin Dios es muy ingenua y extremadamente ignorante. Lo que el ateísmo al final consigue, no es matar a un Dios, sino que, de golpe, da vida a una miríada de dioses. Cada ser vivo consciente adquiere, de repente, el papel de un dios por sí mismo. El ego, el individualismo y la dedicación exclusiva a los propios fines, crecen con plena fuerza y poder.
Las sociedades construidas con estos individuos como ladrillos, siempre son sociedades egoístas y orientadas hacia sí mismas. No hay lógica para mostrarse beneficioso hacia los demás, sin que haya alguna motivación oculta. No queda un punto de referencia externa en la forma de un Dios Benefactor, que es el Único punto de enlace y encuentro de todas las formas de creación.
Este es la esencia última de la filosofía Islámica. Sin volver hacia Dios, no podemos alcanzar la paz, y sin esta paz, no se puede edificar una sociedad pacífica. Todos los esfuerzos humanos para crear la paz a partir de motivaciones egoístas y ocultas están destinados a fracasar y a no conducir a ninguna parte.
Si no hay Dios, no hay paz. Esta es la verdadera sabiduría.
Muchas gracias.
Usted puede convertirse en musulmán
La Comunidad Musulmana Ahmadía le invita a conocer el proceso de volverse en un musulmán áhmadi y así conseguir la salvación.