Parte del libro “El Islam y su respuesta a las cuestiones actuales” por Hazrat Mirza Tahir Ahmad (ra)
Libertad de expresión
La libertad de expresión y palabra es vital para la difusión del Mensaje, al igual que lo es para restaurar la dignidad del hombre. Ninguna religión es digna de ser considerada a menos que tienda a restaurar y proteger la dignidad del hombre.
Por lo tanto, a la luz de lo que hemos comentado, debe quedar evidente que es imposible que una religión como el Islam niegue la libertad de palabra y expresión. Al contrario, el Islam defiende este principio de tal manera y con tal valor que es raro encontrar algo similar en otra religión o ideología en el mundo. Por ejemplo, el Santo Corán declara:
Dicen: “Nadie entrara en el Cielo a menos que sea judío o cristiano”. Estos son sus vanos deseos. Diles: “Aportad vuestra prueba, si sois veraces” (C. 2: Al-Baqarah: 112)
También:
¡Han adoptado a otros dioses aparte de El! diles: “Traed vuestra prueba. ¡Aquí está el Libro de los que están conmigo y de los que me precedieron!”. No, la mayoría no conocen la verdad y por eso se apartan de ella. (C. 21: Al-Anbiya: 25)
De cada pueblo mostraremos un testigo y les diremos: “Traed vuestra prueba”. Entonces sabrán que la verdad pertenece a Al’lah y que lo que solían tramar se les esfumará. (C. 28: Al-Qasas: 76)
Y:
¿O poseéis una clara autoridad? Mostrad, pues, vuestro Libro si sois veraces. (C. 37: Al-Saffat: 157-158)
La libertad y la emancipación en el contexto del mundo contemporáneo
La libertad y la emancipación son dos eslóganes importantes que están influenciando al mundo entero con intensidad variable y connotaciones diferentes en distintas partes del globo. No hay duda alguna de que el hombre está adquiriendo una conciencia progresiva de la importancia y valor de la libertad. Existe una necesidad acuciante, sentida en todas partes, de mayor emancipación. ¿De qué? Del yugo del gobierno extranjero, de las dictaduras, del fascismo, de las filosofías totalitarias o teocráticas, de las democracias despóticas, de las burocracias corruptas, de la estrangulación económica de los países pobres por los países ricos, de la ignorancia, la superstición y el fetichismo.
El Islam abandera la causa de la libertad frente a todos estos males, pero no lo hace de manera que se genere desorden, caos y venganza indiscriminada, que a su vez origine sufrimiento al inocente. Es el mensaje del Islam:
Y a Dios no le agrada el desorden. (C.2: Al-Baqarah: 206)
El Islam, como cualquiera otra religión, insiste en el papel de una libertad equilibrada, con un espíritu de dar y recibir. El concepto de libertad absoluta es un concepto irreal, vacío y extraño en el contexto de la sociedad.
A veces, la idea de la libertad es tan mal entendida y se aplica tan negativamente que la belleza del apreciado principio de libertad de expresión se transforma en la fealdad de la libertad de la injuria, de los insultos y la blasfemia.
La blasfemia
El Islam da un paso más que otras religiones al garantizar al hombre la libertad de palabra y expresión. Se condena, sin duda, la blasfemia, basándose en aspectos éticos y morales, pero no se ordena en el Islam ningún castigo físico, en contra de lo que habitualmente se piensa en el mundo actual.
Si se estudia repetida y profundamente el Santo Corán, es imposible encontrar un simple versículo que declare que la blasfemia es un crimen que el hombre pueda castigar.
Si bien el Santo Corán se opone rotundamente a la conducta y expresión indecentes y a la ofensa contra la sensibilidad de los demás, con o sin razón o fundamento, el Islam no aboga por el castigo de la blasfemia en este mundo ni ampara tal autoridad en nadie.
La blasfemia ha sido mencionada en cinco ocasiones en el Santo Corán.
- Por ejemplo, el tema es mencionado en términos generales:
El ya os ha revelado en el Libro que, cuando oigáis que son negados y escarnecidos los Signos de Al’lah, no os sentéis con ellos mientras no inicien otra conversación; ya que de no hacerlo seríais como ellos. En verdad, Al’lah reunirá juntos en el Infierno a hipócritas e incrédulos. (C. 4: Al- Nisa: 141)
Cuando veas a quienes se burlan de Nuestros Signos, apártate de ellos hasta que no empiecen a tratar otro tema. Y si Satanás te hace olvidar, no te sientes, después de caer en la cuenta, con los hombres impíos (C.6: Al-An’am: 69)
¡Qué respuesta más bella frente a la completa fealdad de la blasfemia! El Islam no sólo no permite a ningún ser humano que asuma en sus propias manos el castigo del blasfemo, sino que declara que la gente debe manifestar su protesta contra la blasfemia alejándose de la reunión de personas en la que los valores religiosos son burlados y ridiculizados. Aparte de sugerir medidas positivas, el Santo Corán no prescribe siquiera un boicot permanente contra el blasfemo; al contrario, el Santo Corán deja claro que el boicot sólo debe durar mientras se comete el acto de blasfemia.
2. De nuevo, la blasfemia se menciona en el Sura (capítulo) Al- An’am, donde, hipotéticamente, se discute el tema de la blasfemia no sólo en relación con Dios, sino también respecto a los ídolos y otros objetos imaginarios de adoración aparte de Dios. Las enseñanzas del Corán son sorprendentemente bellas:
No insultéis a quienes ellos invocan en lugar de Al’lah, no sea que ellos, por despecho, insulten a Al’lah en su ignorancia. Así hicimos que cada pueblo considerara justas sus acciones. Pero después volverán a su Señor y El les informará de cuanto hayan hecho. (C. 6: Al An’am: 109)
Este versículo se dirige a los musulmanes. Se les prohíbe terminantemente blasfemar contra los ídolos y otros dioses imaginarios de los idólatras. Se señala que de actuar así, los otros, por venganza, pudieran dar rienda suelta a la blasfemia contra Dios. En esta discusión hipotética de blasfemia contra Dios y los ídolos, en términos iguales, no se prescribe en ningún caso castigo físico.
La enseñanza moral de este precepto posee una profunda sabiduría. Si uno comete un crimen contra la sensibilidad espiritual de otro, la parte agraviada tiene el derecho a pagarle con la misma moneda, al margen de la naturaleza de sus creencias y del hecho de que tenga o no razón. No se permiten represalias en términos distintos. Se puede concluir de ello que la ofensa espiritual ha de ser vengada por medios espirituales, de igual manera que la ofensa física es vengada mediante medidas físicas, aunque sin transgresión.
3. La blasfemia se menciona en el Santo Corán en relación con María y Jesús, la paz sea con ellos.
Por su incredulidad y por lanzar contra María una grave calumnia. (C.4: Al-Nisa: 157)
Este versículo se refiere a la postura histórica de los judíos contemporáneos de Jesucristo(as). De acuerdo con el versículo, los judíos cometieron una grave blasfemia al declarar que María -la paz sea con ella- no era casta y al alegar que Jesús – la paz sea con él- era un niño de nacimiento dudosamente legítimo.
La palabra árabe Buhtanan ‘Azima (traducida arriba como “una grave calumnia”) expresa la condena de esta locura de los judíos en los términos más enérgicos. Sin embargo, sorprendentemente, no es prescrito ningún castigo físico.
4. Es interesante señalar que, mientras que el Corán condena a los judíos por cometer un acto de blasfemia contra María y Jesús (la paz sea con ellos), al mismo tiempo los cristianos son censurados por cometer blasfemia contra Dios al declarar que a Dios le nació un hijo mediante una esposa humana. En el versículo siguiente, el Santo Corán lo declara una enormidad. Sin embargo, no se invoca castigo físico de ninguna clase ni se delega a la autoridad humana el derecho a castigar la blasfemia contra Dios.
No tienen el menor conocimiento de ello, ni lo tuvieron sus padres. Es una maldad la palabra que sale de sus bocas. No dicen más que mentiras (C. 18: Al-Kahf: 6)
5) Finalmente quisiera comentar el tema más sensible -más sensible en el sentido que los musulmanes de hoy se muestran más susceptibles a la blasfemia contra el Santo Fundador del Islam (sa) que a la blasfemia contra cualquier otra cosa ¡incluyendo a Dios!-.
Y sin embargo, existe un ejemplo de este tipo tan serio de blasfemia recogido en el mismo Santo Corán, que habla de Abdul’lah bin Ubayy bin Salul, conocido en la historia del Islam como el Jefe de los Hipócritas.
Al volver en cierta ocasión de una expedición. Abdul’lah bin Ubayy declaró, en compañía de otros, que en el momento en que volvieran a Medina, el más Noble expulsaría al más Insignificante de entre los medinitas.
Dicen: “Si volvemos a Medina, el más honorable ciertamente expulsará de ella al más insignificante”; mientras que el auténtico honor corresponde a Al’lah y a Su Mensajero y a los creyentes; pero los hipócritas lo desconocen. (C.63: Al-Munafiqun: 9)
Todos entendieron el insulto implícito al Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él. Se sentían tan llenos de indignación y furor que si se les hubiera permitido, habrían pasado por la espada a Abdul’lah bin Ubayy.
Se conoce la historia auténtica que relata que los ánimos estaban tan encrespados ante este incidente que nadie menos que el propio hijo de Abdul’lah bin Ubayy se aproximó al Santo Profeta del Islam (sa) y le solicitó permiso para matar a su padre con sus propias manos. El hijo argumentó que si algún otro lo hiciera, él podría, más adelante y por ignorancia, abrigar el pensamiento de vengarse del que matara a su padre. Durante siglos, los árabes se habían acostumbrado a vengarse incluso del más pequeño insulto cometido contra ellos o sus familiares cercanos. Posiblemente la idea de esta costumbre era la que tenía en mente su hijo. Pero el Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, rechazó su requerimiento y no permitió que nadie de entre sus Compañeros castigara al hipócrita Abdul’lah bin Ubayy de ninguna forma. (Narrado por Ibn Ishaq: Al-Sira tun Nabawiyya por Ibn Hashim, pt. III; p.155)
Al retornar a Medina tras la expedición, Abdul’lah bin Ubayy continuó viviendo en paz. Cuando finalmente murió de muerte natural, el Santo Profeta (sa) otorgó al hijo de Abdul’lah, para sorpresa de todos, su propia camisa para que fuera utilizada como sudario del difunto: un acto singular de bendición -que debió haber dejado al resto de Compañeros deseosos de cambiarla al hijo por la totalidad de sus posesiones-. No sólo eso, sino que, además, el Santo Profeta (sa) decidió dirigir la oración del funeral. Tal decisión debió de molestar profundamente a muchos de los Compañeros que nunca perdonaron a Abdul’lah la grave ofensa mencionada anteriormente. Fue Umar, que más tarde sucedió al Profeta (sa) como segundo Jalifa, quien hizo de portavoz de la desazón contenida.
Se relata que, cuando el Santo Profeta (sa) se dirigía al funeral, Umar se adelantó repentinamente y se colocó en el medio del camino, rogando al Profeta (sa) que cambiara su decisión. Al actuar así, Umar recordó al Profeta (sa) el versículo del Santo Corán en el que se hace referencia a cierto hipócrita conocido para el que no sería aceptada la intercesión aun cuando el Profeta (sa) rezara setenta veces por él. Digamos de paso, que el número setenta no ha de ser tomado literalmente, puesto que en el uso árabe, se emplea para indicar un número alto.
Sin embargo, el Santo Profeta (sa) sonrió y respondió:
Hazte a un lado, Umar. Yo lo conozco mejor. Si supiera que Dios no lo habría de perdonar aunque pidiera perdón setenta veces, pediría perdón por él más de setenta. A continuación el Profeta dirigió la oración funeraria. (Bujari II, Kitab Al-Yanaiz p. 121 e ibíd. Bab-al-Kafn pp. 96-97).
Se trata una réplica adecuada a aquellos que enronquecen a fuerza de gritar al pedir la muerte y nada más que la muerte para el blasfemo que se atreve a insultar al Santo Fundadorsa del Islam.
Una religión así ha de tener derecho a reivindicar establecer la paz inter-religiosa en el mundo.
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