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La Cooperación Inter-religiosa en el Islam

Parte del libro “El Islam y su respuesta a las cuestiones actuales” por Hazrat Mirza Tahir Ahmad (ra)

La cooperación inter-religiosa

En las relaciones internacionales, el Islam da un paso más al declarar:

…Y no dejes que la enemistad de un pueblo que os ha impedido acceder a la Mezquita Sagrada, os incite a tratarlos con injusti­cia. Al contrario, ayudaos mutuamente en las cosas buenas de la vida y en todas las cosas que se basen en el temor de Al’lah. Sin embargo, no os ayudéis mutuamente en el pecado y la transgre­sión… (C.5: Al-Maidah: 3)

El Corán no permite a los musulmanes que traten con injusticia ni siquiera a los enemigos que cometen agresiones contra ellos, a causa de la enemistad religiosa.

Volviendo al grupo de los no creyentes, de los que no se conocía que hubieran tomado parte activa en las hostilidades contra los musulmanes, el Santo Corán dice a los creyentes respecto a ellos:

Es posible que Al’lah haga surgir el amor entre vosotros y aquellos con los que ahora estáis enemistados; pues Al’lah es Todopoderoso: y Al’lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso. Respecto a quienes no han luchado contra vosotros en razón de vuestra religión y no os han expulsado de vuestras casas, Al’lah no os prohíbe que seáis amables con ellos y que actuéis justamen­te frente a ellos; en verdad, Al’lah ama a los que hacen justi­cia. (C. 60: Al-Mumtahanah: 8,9).

Se enseña también a los musulmanes a que inviten al Pueblo del Libro y a que cooperen con ellos en la difusión del Mensaje de la unidad de Dios -creencia compartida con ellos-. La importancia del versículo que sigue estriba en que hace énfasis en el tema de la comunalidad y en que traza un programa mutuo para el beneficio de la humanidad en vez de recalcar los aspectos de las diferencias que producen discordia.

Diles: “¡Oh gente del Libro! venid a una palabra que es igual entre nosotros y vosotros: que no adoremos a nadie que no sea Al’lah, y no asociemos a nadie con Él, y que ninguno de nosotros tomemos a nadie por Señor aparte de Al’lah”. Pero si vuelven la espalda, diles: “Sed testigos de que nos hemos sometido a Dios” (C. 3: Al-Imran: 65)

Conclusión

Antes de examinar el papel provechoso que las religiones de buena fe del mundo pueden desempeñar para proporcionar al hombre la paz en todas sus áreas de actividad humana, es esencial examinar críticamente el papel de las religiones a la hora de establecer la paz dentro de los distintos grupos de sus propios fieles, y también juzgar si las religiones -mientras existan como tales- pueden aprender alguna vez a vivir en paz entre sí. A juzgar por la creciente influencia del materialismo y el énfasis de la sociedad en conjunto en permutar los valores espirituales por los sensuales y carnales, pudiera pensarse que la religión debe quedar descartada e ignorada como factor no importante en este contexto.

Siento disentir de tal conclusión, porque, a menos que reformemos las actitudes religiosas internas y externas, la religión continuará desempeñando un papel negativo muy importante, en lugar de beneficioso, en los esfuerzos encaminados a conseguir la paz global. La religión, que debiera haber jugado un papel destacado en el establecimiento de la paz y en la eliminación de los malentendidos entre fieles de distintas creencias y religiones, fomentando la decencia y promoviendo el principio del “vive y deja vivir”; lamentablemente, en la actualidad, ha jugado un rol muy pequeño e insignificante, si es que ha tenido alguno, en la promoción de la paz en el mundo. Al contrario, en la difusión de la violencia y el derramamiento de sangre, la miseria y el sufrimiento, se ha manifestado como una fuerza potente y dinámica, que no debe ser subestimada en absoluto. No puede imaginarse ningún tipo de paz global sin abordar este problema vital y subsanar sus defectos.

En el ámbito interno de la religión, los sentimientos religiosos pueden ser excitados y activados enérgicamente para difundir la desdicha y el sufrimiento entre una sección de los fieles, los cuales, por desgracia, pertenecen normalmente a una secta minoritaria de la propia religión.

Toda la historia musulmana está llena de similares episodios desprecia­bles, en los que el Islam, la religión de la paz, ha sido utilizado para acabar con la paz de creyentes inocentes, los cuales, desde luego, creían en el Islam pero no en la forma y estilo que los demás deseaban. De hecho, el estudio de la historia islámica muestra sin duda alguna cómo el Islam ha sido utilizado para la persecución de los propios musulmanes. Las “guerras santas” que los musulmanes lucharon contra los cruzados se ven ampliamente sobrepasa­das en número y magnitud por las “guerras santas” que los musulmanes pelearon contra musulmanes a lo largo de los últimos catorce siglos.

El capítulo no se ha cerrado. Lo que está aconteciendo en el Pakistán respecto a los musulmanes áhmadis y ocasionalmente contra la minoría chiita, es suficiente para elucidar este atroz problema que debió desaparecer hace tiempo pero que continúa vivo en la actualidad.

En el cristianismo, la persecución de cristianos a manos de cristianos puede parecer algo ya enterrado bajo los escombros de la historia europea y americana; sin embargo, el estudio de contienda religioso-política en la Irlanda actual parece probar lo contrario. De igual manera existen peligros potenciales de lucha sectaria dentro del cristianismo en otras partes del mundo, que en el momento actual se hayan ocupadas en otras disensiones y disputas.

En las relaciones inter-religiosas, los disturbios hindú-musulmanes de la India, la contienda cristiano-musulmán de Nigeria o las hostilidades judío-musulmanas en Oriente Medio y otros lugares, así como también la tendencia a la fragilidad en la relación política y económica judeo-cristiana, son algunos de los signos de los peligros latentes que permanecen como volcanes ocultos en el subterráneo del mundo religioso.

No se puede dejar de insistir en la importancia de reformar las actitudes ante tales problemas.

Para resumir el punto de vista islámico sobre cómo deben ser resueltos los problemas antes mencionados, concluiremos señalando que:

1) Todas las religiones del mundo, tanto si creen en el Islam como si no lo hacen, deben aceptar el principio islámico de no permitir el uso de la fuerza y la coacción en manera alguna, como instrumento para resolver las contiendas inter-sectarias e inter-religiosas. Debe protegerse, de manera absoluta, la libertad de religión y la libertad de profesarla, propagarla, practicarla y ejercerla, o el de abandonarla, dejar de creer o cambiar la propia creencia.

2) Incluso si otras religiones no pueden estar de acuerdo con el concepto islámico de la universalidad de la verdad y piensan como el judaísmo, cristianismo, budismo, confucionismo o zoroastrianismo etc., que las demás religiones son falsas y no tienen nada que ver con Dios; sin embargo, a pesar de esta negación de la verdad universal, todas las religiones deben aceptar el principio islámico de respeto y reverencia hacia los Fundadores y personajes religiosos de otras fes. En esta aplicación no comprometerían sus principios. Se trata de un asunto de derechos humanos fundamentales: el derecho de cada ser humano a que no se violen u ofendan sus sensibilidades religiosas y sentimientos ha de ser reconocido.

3) Debe recordarse que el principio anterior no puede ser ejecutado por ninguna ley nacional o internacional. Debe ser entendido junto con el principio de que la blasfemia no conlleva un castigo humano sino que debe ser desalentada y reprobada, favoreciendo que la opinión pública condene estos actos como indecentes, imprudentes y aborrecibles.

4) Deben promoverse Conferencias Interreligiosas frecuentes según el patrón introducido por la Comunidad Musulmana Ahmadía en la primera parte de este siglo. El espíritu de tales conferencias puede sintetizarse en las siguientes características:

a) Todos los conferenciantes deben destacar los puntos positivos y atractivos de los distintos aspectos de sus fes, sin atacar a las demás creencias.

b) Los oradores pertenecientes a una fe deben tratar genuinamente de descubrir los aspectos positivos de las otras creencias, hablando sobre ellas y explicando por qué les resultan atractivas.

c) Los oradores que pertenezcan a otras fes deberían rendir homenaje a la nobleza y carácter de los líderes de las demás religiones. Por ejemplo, el orador judío podría hablar de los aspectos destacados del Santo Profeta Muhammad (sa), que pueden ser apreciados por todos los seres humanos, sin comprometer sus dogmas religiosos. De forma similar, un orador musulmán podría hablar de Krishna(as), un orador hindú sobre Jesucristo, un budista sobre Moisés (la paz y bendiciones de Dios sea con todos ellos) etc. Durante la tercera década de este siglo, este tipo de Conferencias, promovidas por la Comunidad Ahmadía, tuvieron lugar en la India con el fin de mejorar las relaciones hindú-musulmanas, con gran éxito y creciente popularidad.

d) Sin perjuicio de lo expuesto en (c), debe ser preservada la santidad del diálogo religioso entre sectas y fes. El intercambio de puntos de vista inter-religiosos no debe ser condenado como intento de sabotear la paz religiosa. Es la forma de dialogar la que, si no es adecuada, debe ser condenada, y no el diálogo en sí mismo. El libre flujo de ideas es el más importante de los derechos humanos fundamentales, y es esencial para la supervivencia del más apto. No debe ser comprometido a ningún costo.

e) Para aminorar las áreas de divergencia e incrementar la posibilidad de acuerdos, es esencial que todas las religiones acepten el principio de limitar los debates con los seguidores de otras fes a las fuentes de sus religiones respectivas. La declaración coránica de que todas las religiones fueron iguales en su origen no debe tomarse a la ligera. Encierra una gran sabiduría que debe ser estudiada y examinada por todas las religiones para su propio provecho y para el de la humanidad en conjunto.

5) Debe promoverse la cooperación en todos los planes y programas para beneficio mutuo de la humanidad. Por ejemplo, podrían emprenderse proyectos filantrópicos de forma conjunta entre cristianos y musulmanes, hindúes y judíos etc.

Sólo entonces podríamos albergar la esperanza de hacer realidad el sueño utópico de todas las épocas, de unir al hombre bajo una bandera en todos los ámbitos de la actividad humana, tanto en el campo religioso como en el social, económico, político, y en todo lo que es importante.

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