Parte del libro “El Islam y su respuesta a las cuestiones actuales” por Hazrat Mirza Tahir Ahmad (ra)
La paz política
“En verdad, Al-lah os ordena devolver lo depositado a sus propietarios y que, cuando juzguéis entre hombres, lo hagáis con justicia. ¡Ciertamente es excelente aquello a lo que Al-lah os exhorta! Al-lah es quien todo lo oye y todo lo ve” (Capítulo 4. Al-Nisa: 59).
La paz política debe examinarse con detalle a niveles nacional e internacional.
La paz política debe examinarse con detalle a niveles nacional e internacional.
En lo que concierne a política nacional, el tema principal es qué sistema político es bueno o malo para el hombre. Una vez más, necesitamos descubrir si son el fracaso de los sistemas políticos y sus defectos inherentes los responsables del sufrimiento e insatisfacción de las gentes o son otras causas. ¿Hay que culpar al sistema o a los que lo dirigen? ¿Puede, por ejemplo, un liderazgo político inmoral egoísta, avaro o corrupto que llega al poder por medios democráticos, ser realmente bueno y beneficioso para la sociedad en lugar de, por ejemplo, una dictadura benigna?
Para establecer y garantizar la paz internacional, el Islam tiene unas palabras de consejo para los políticos contemporáneos.
El Islam pone un extraordinario énfasis en la introducción de una moralidad absoluta en todas las esferas de la actividad humana -y la política no es una excepción-.
No censura rotunda a ningún sistema político
Comenzamos con la observación de que en el Islam no se menciona ningún sistema político como el único sistema válido frente a los demás.
El sistema democrático
No hay duda de que el Sagrado Corán habla de un sistema democrático en el que los gobernantes pueden ser elegidos por el pueblo, pero no es el único sistema recomendado por el Islam. Ni puede ser la prerrogativa fundamental de una religión universal la elección de un sistema único de gobierno sin la consideración debida del hecho de que no es posible en la práctica la aplicación de un único sistema a todas las regiones y sociedades del mundo.
La democracia no se ha desarrollado lo suficiente para alcanzar el nivel de gobierno que se corresponde con la visión política definitiva de la democracia ni siquiera en las naciones más avanzadas del mundo. Con el ascenso del capitalismo y la construcción de una maquinaria extremadamente poderosa en los países capitalistas, no se pueden llevar a cabo en ninguna parte elecciones verdaderamente democráticas.
Si se añade a esto el problema creciente de la corrupción, y el surgimiento de la Mafia y otros grupos de presión, puede concluirse con certeza que la democracia no está en manos seguras ni en los países más democráticos del mundo. Entonces, ¿cómo puede ser apropiada en el Tercer Mundo?
Por tanto, afirmar que las democracias occidentales pueden prevalecer en países africanos, asiáticos o sudamericanos o en los así llamados países islámicos del mundo, sería equivalente a hacer una declaración vacía e irreal.
Desde mi punto de vista, las enseñanzas islámicas no rechazan ningún sistema político del mundo: el Islam lo deja a la elección de la gente y a las tradiciones establecidas históricamente que prevalecen en cualquier país. En lo que el Islam pone énfasis no es en la forma de gobierno sino en cómo se debiera conducir el gobierno.
Con tal de que un sistema de gobierno se ajuste al ideal islámico en el cumplimiento de la confianza que se debe a los ciudadanos, los distintos sistemas de gobierno, como el feudalismo, monarquía, democracia, etc., pueden adecuarse al Islam.
Monarquía
La monarquía se menciona de forma repetida en el Sagrado Corán sin ser censurada como institución.
Un Profeta de Israel recuerda a Talut a los israelitas:
“Y su Profeta les dijo: “Al-lah os ha nombrado a Talut como rey”. Dijeron: “¿Cómo puede ser soberano nuestro si nosotros tenemos más derecho a la soberanía que él, y no se le han dado ni siquiera riquezas en abundancia?” Él dijo: “En verdad, Al-lah lo ha elegido sobre vosotros y lo ha hecho muy superior en cuanto a conocimientos y fuerza”. Y Al-lah entrega la soberanía a quien le place, y Al-lah es Generoso, Omnisciente”. (C. 2. Al-Baqarah: 248).
La monarquía también se menciona en el sentido más amplio de considerar a la gente misma como monarcas:
“Y acordaos cuando Moisés dijo a su pueblo: “¡Oh pueblo mío! Acordaos del favor de Al-lah para con vosotros cuando nombró Profetas de entre vosotros, os hizo reyes y os dio lo que no había dado a ningún otro pueblo del mundo” (C. 5. Al-Maidah: 21).
Una vez más, las soberanías creadas o expandidas por conquistas no gozan en general de buena reputación, como encontramos en el versículo sobre la Reina de Saba en el que advierte a su consejero.
La decisión de la Reina de Saba se expone como sigue:
Ella respondió: “En verdad, los reyes poderosos, cuando entran en un país, lo despojan y convierten en miserables a quienes ocupan los puestos más altos entre ellos. Y esta ha sido su actitud. (C. 27. Al-Naml: 35).
Los reyes pueden ser buenos o malos, por supuesto, al igual que los presidentes y primeros ministros elegidos democráticamente pueden ser también buenos o malos.
Pero el Sagrado Corán menciona una categoría de reyes que fueron elegidos por Dios. Ellos son como el Rey Salomón (as), que no sólo fue un rey como entienden los Judíos y Cristianos, sino también un Profeta de Dios según el Sagrado Corán.
Esto demuestra que, a veces, los oficios del profeta y soberanía se combinan en una sola persona y que son soberanos directamente nombrados por Dios.
En el Sagrado Corán se menciona otro tipo de soberanía a través de la autoridad de un Profeta. El siguiente versículo ilustra este hecho:
¡Oh vosotros, los que creéis! Obedeced a Al-lah, a Su Mensajero y a los que tienen autoridad sobre vosotros. Y si disputáis respecto a cualquier asunto, sometedlo a Al-lah y al Mensajero, si sois creyentes en Al-lah y en el Último Día. Esto es al final lo mejor y más recomendable” (C. 4. Al-Nisa: 60).
Este versículo no sólo enumera las categorías de soberanía, sino que enfatiza que, de acuerdo con el Sagrado Corán, a veces las elecciones democráticas no son necesariamente las adecuadas. Es bastante probable que la abrumadora mayoría de la gente no reconozca las cualidades esenciales de gran liderazgo en una persona y proteste contra su elección si se les impone. Según todos los criterios políticos, su designación sería descrita como dictatorial. La elección podría ir contra la voluntad popular pero ciertamente no contra el interés público.
La debilidad inherente en la forma democrática de elecciones es que las masas basan su elección en impresiones superficiales y en valoraciones apresuradas y son incapaces de juzgar por sí mismas las cualidades acertadas de liderazgo más adecuadas a su beneficio definitivo.
Parece que en la historia de la gente favorecida por Dios, ha habido épocas en las que su supervivencia política necesitó de la intervención divina. En tales épocas, Dios pone la elección de un Rey, soberano o jefe en Sus propias manos. No se debiera deducir de esto que todos los monarcas o jefes son elegidos de forma divina por Dios o santificados como tales. Este concepto erróneo que ha sido común en el sistema cristiano medieval no es compartido por el Sagrado Corán. Por ejemplo, el Rey Ricardo se lamenta:
“Todas las aguas de mares escabrosos no pueden llevarse el bálsamo de un Rey ungido (Shakespeare)”.
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