Parte del libro “La Yihad por la Espada: Finalidad, Historia, y Metodología“
Formas de guerra en Arabia
Para comprender plenamente las batallas entre los incrédulos y los musulmanes, también es necesario reconocer que las guerras de Arabia adoptaron dos formas. En primer lugar, era lo que en lengua inglesa se denomina “feud”. Es decir, que cuando estallaba la guerra entre dos tribus árabes, hasta que no se producía una reconciliación formal entre ambas, se consideraba que estaban en constante estado de guerra. Cuando se les presentaba la ocasión, luchaban entre sí a intervalos, y a veces estas guerras se prolongaban durante periodos muy largos. Así, la batalla de Basūs, cuya mención ha pasado en el primer volumen de este libro, se libró de la misma manera, a intervalos durante un período de cuarenta años. La historia revela que algunas guerras llegaron a durar cien años. Sin embargo, no era costumbre en Arabia luchar sin pausas. La razón de ello parece ser que, en primer lugar, como cada individuo de la tribu era un guerrero y no existía un ejército independiente reunido formalmente, por esta razón, las tribus de Arabia no podían proseguir sus guerras de forma continua. Debido a sus otros negocios, se veían obligadas a luchar a intervalos. En segundo lugar, como cada individuo corría con sus propios gastos en la guerra, y normalmente no había un fondo nacional disponible para este fin, esta carga monetaria individual obligaba a los árabes a entrar en el campo de batalla con pausas. Para llevar adelante esta guerra intermitente, a veces, una práctica que también se empleaba era que después de una batalla se decidía allí mismo, que ahora se volverían a encontrar en tal y tal momento y en tal y tal lugar; y de esta manera, esta práctica continuaba. Como tal, con ocasión del Uḥud, Abū Sufyān adquirió un compromiso similar con los musulmanes, debido al cual tuvo lugar la Ghazwah de Badrul-Mau’idah. Por lo tanto, no era práctica de los árabes luchar continuamente, sino que lo hacían a intervalos. El tiempo intermedio lo empleaban en prepararse para la guerra y en sus otros negocios. Todas sus batallas eran diferentes eslabones de una misma cadena. Como no se ha tenido en cuenta este único punto, algunos historiadores han tropezado, porque han intentado identificar causas separadas para cada una de las batallas entre los Quraish y los musulmanes. Sin embargo, la verdad es que cuando comenzó la guerra entre los Quraish y los musulmanes, hasta que se produjo la reconciliación entre ellos a través de un tratado formal, es decir, el Tratado de Ḥudaibiyyah, que tuvo lugar en el año 6 d.C., estas dos naciones estaban en estado de guerra. Durante esta época, todas las batallas que se produjeron entre ambos fueron diferentes hazañas de la misma guerra y buscar causas independientes de cada una es un grave error. Sin duda, hubo ocasiones en las que un factor independiente dio lugar a la aparición de una batalla intermedia, pero la causa original siempre siguió siendo el conflicto inicial en curso.
Junto a esto, también cabe mencionar que en algunas ocasiones en las guerras árabes (y en realidad esta es una práctica que se da en las guerras incluso hoy en día), junto con las tribus combatientes, también intervenían otras tribus debido a sus propios intereses nacionales. Por ejemplo, si estallaba una guerra entre A y B, además de que los aliados de A y B se unieran a ellos respectivamente, en el transcurso de la guerra, también ocurriría que, por alguna razón, una tribu uniera sus fuerzas a A y otra tribu se uniera a B. De este modo, el ámbito de la guerra seguiría ampliándose. Fue más o menos esta misma situación la que se produjo en las guerras islámicas. Es decir, al principio fueron los musulmanes quienes recibieron un ultimátum de los Quraish de La Meca, que finalmente se vieron obligados a aceptar. Sin embargo, poco a poco muchas otras tribus continuaron viéndose envueltas en esta guerra. Por ejemplo, si los Quraish de La Meca se aliaban con otra tribu en contra de los musulmanes, los musulmanes eran puestos en guerra contra esa tribu también; o si viendo el ejemplo de los Quraish, otra tribu instigaba una guerra ofensiva por su propia voluntad contra los musulmanes, la guerra se iniciaba con ellos también; o si una tribu aliada era traicionera hacia los musulmanes debido a una conspiración de los Quraish, de esta manera, la guerra se instigaba con ellos también, y así sucesivamente. Por lo tanto, después de que el fuego de la guerra se encendió por primera vez, su esfera continuó expandiéndose, hasta que las llamas de este fuego comenzaron a arder en la mayor parte de la región de Arabia, en un corto período de tiempo.
Categorías de las guerras islámicas
Para lograr una visión completa de las guerras islámicas iniciales también es necesario comprender, como se ha aludido en los versículos coránicos antes mencionados y en otros relatos históricos, que no todas las guerras islámicas fueron del mismo tipo. Más bien, se produjeron debido a diversos factores. Por ejemplo, algunas guerras fueron con fines de protección y autodefensa, es decir, la intención del Santo Profetasa era salvar al Islām y a los musulmanes de la persecución de los Quraish y de la destrucción. Otros eran para el establecimiento de la paz, es decir, su propósito era eliminar la persecución en la tierra y establecer la paz. Otras tenían por objeto establecer la libertad religiosa. Otros eran de naturaleza retributiva, es decir, su propósito fundamental era castigar a una nación, tribu o partido por un crimen horrible, crueldad, opresión o traición. Algunas eran políticas, es decir, su propósito era apoyar a una tribu aliada o se debían a otro requisito político de esta naturaleza. Otras tenían más de un propósito y objetivo. Por ejemplo, eran también defensivas y retributivas, o políticas, así como para el establecimiento de la paz, etcétera, etcétera. Se trata de un conocimiento crucial que algunos historiadores desconocen. Como resultado, han intentado clasificar todas estas guerras bajo la misma categoría y, en consecuencia, han tropezado. En este punto, también es necesario aludir al hecho de que, en la discusión mencionada anteriormente, generalmente hemos tocado sólo el propósito de la defensa y la protección. La razón de ello es que el comienzo de la Yihād se debió principalmente a este propósito, como se desprende del versículo coránico inicial. Los restantes propósitos surgieron lenta y gradualmente según las circunstancias del momento.
Etiqueta de la yihād islámica
Antes de mencionar las Maghāzī (Expediciones militares del Santo Profetasa), en este punto parece apropiado aludir brevemente a la etiqueta que fue generalmente observada por el Santo Profetasa en la Yihād y que fue inculcada a los Compañeros. Estas prácticas se han derivado en general del Ṣiḥāḥ Sittah (Seis libros más auténticos del Ḥadīth) particularmente de los libros de la Yihād, As-Siyar (Historia de la vida del Santo Profeta y sus Compañeros) y Al-Maghāzī. Por esta razón, sólo he proporcionado referencias para aquellos puntos que son o muy significativos o relativamente desconocidos, y he considerado innecesario proporcionar referencias para el resto. Por lo tanto, debe saberse que:
- Siempre que era posible, el Santo Profetasa prefería comenzar sus viajes un jueves y, por lo general, salía de casa por la mañana.
- Era la Sunna (Práctica) del Santo Profetasa rezar antes de partir.
- El Profeta había establecido un sólido sistema de inteligencia para mantenerse informado de los movimientos del enemigo. Por lo general, los exploradores tenían instrucciones de no hablar de su información en presencia de una reunión pública. Si la información creaba ansiedad, el Santo Profeta también se abstenía de hablar de ella en público. Sin embargo, sólo se la comunicaba a algunos de sus compañeros.1
- Cuando el Santo Profetasa partía en una expedición, tenía por costumbre no revelar su punto de destino. A veces, si tenía que viajar hacia el sur, por ejemplo, se dirigía primero unos kilómetros hacia el norte y luego se desviaba hacia el sur.2
- El Santo Profeta tenía por costumbre inspeccionar el ejército a poca distancia de la ciudad. Después de asegurarse de que todo estaba en orden seguía adelante.
- Cuando se presentaba una misión importante, el Santo Profeta llamaba a los Compañeros a participar. Entonces, los que estaban preparados para ello, se procuraban su propio equipo de guerra y una montura, etc. No obstante, si un Compañero acaudalado tenía el poder de hacerlo, también ayudaría a los demás. Por lo general, el Santo Profetasa alentaba esa ayuda y, a veces, siempre que era posible, él mismo también proporcionaba ayuda.
- Los niños pequeños, es decir, los menores de 15 años, no solían ir a la guerra. Aquellos niños que en su afán se colaban, eran devueltos en el momento de la inspección, que normalmente tenía lugar fuera de la ciudad.
- En la guerra, también acompañaban a los participantes algunas mujeres que, además de encargarse de la comida, prestaban asistencia médica y atendían a los heridos. Durante la batalla también distribuían agua entre los guerreros. En ciertas ocasiones, las mujeres musulmanas también han sido conocidas por tomar la espada contra los infieles.
- El Santo Profeta tenía por costumbre llevar consigo a una o más de sus esposas en esos viajes, dependiendo de las circunstancias. Para ello, el Santo Profetasa echaba suertes, y la esposa cuyo nombre era elegido le acompañaba.
- Era una práctica general del Santo Profeta que cada vez que recibía noticias de que una tribu enemiga se preparaba para lanzar un ataque contra los musulmanes, se adelantaba a su designio en un intento de impedir el ataque. El Santo Profeta no permitía que el enemigo se preparara a fondo mientras seguía esperando un ataque; y luego contraatacaba una vez que el ataque estaba prácticamente ejecutado. Además, el Santo Profeta se esforzaba para que el ejército musulmán llegara de improviso, mientras el enemigo estaba desprevenido. Gracias a estas estrategias, el Santo Profeta pudo proteger a los musulmanes de muchas dificultades.
- Cada vez que el Profeta enviaba una compañía, al partir les aconsejaba que presentaran tres opciones al enemigo. Si aceptaban alguna de las tres opciones, entonces debían aceptarla de ellos y detener el curso de la batalla. Primero y, ante todo, debían invitarles al Islām y si se hacían musulmanes entonces instarles a emigrar. Si no accedían a emigrar, entonces permitirles seguir siendo musulmanes y permanecer en sus hogares. Sin embargo, si se negaban por completo a convertirse en musulmanes, entonces se les permitía permanecer en su religión, pero se les instaba a abstenerse de la hostilidad y la guerra contra los musulmanes y a someterse al Estado Islámico. Si también se negaban a aceptar esto, entonces se les permitía luchar contra ellos.3
- Además, cuando el Santo Profetasa enviaba una compañía, los amonestaba diciendo:
غْزُوا بِاسْمِ اللَّهِ وَفِي سَبِيلِ اللَّهِ وَقَاتِلُوا مَنْ كَفَرَ بِاللَّهِ اغْزُوا وَلاَ تَغْدِرُوا وَلاَ تَغُلُّوا وَلاَ تُمَثِّلُوا وَلاَ تَقْتُلُوا وَلِيدًا وَ لَا امْرَاَةً وَ لَا تَقْتُلُوْا اَصْحَابَ الصَّوَامِعِ وَ لَا تَقْتُلؒوْا شَیْخًا فَانِیًا وَ لَا طِفْلاً وَ لَا صَغِیْرًا وَ لَا امْرَاَةً وَ اَصْلِحُوْا وَ اَحْسِنُوْا اِنَّ اللہَ یُحِبُّ الْمُحْسِنِیْنَ
“¡Oh vosotros musulmanes! salid en el nombre de Al’lah y realizad la Yihād con la intención de proteger la religión. Pero ¡cuidado! no malverséis la riqueza del botín y no engañéis a un pueblo. No mutiléis a los enemigos muertos, no matéis a mujeres y niños,4 ni a reclusos religiosos;5 y no matéis a los ancianos. Cread la paz en la tierra y tratad a la gente con benevolencia, pues ciertamente, Al’lah ama a los benevolentes.”6
Se narra con respecto a Ḥaḍrat Abū Bakrra que cuando despachaba un ejército, aconsejaba al comandante:
اَلَّذِیْنَ زَعَمُوا أَنَّهُمْ حَبَّسُوا أَنْفُسَهُمْ لِلَّهِ فَذَرْهُمْ وَمَا زَعَمُوا أَنَّهُمْ حَبَّسُوا أَنْفُسَهُمْ لَهُ ۔۔۔ وَلاَ تَقْطَعَنَّ شَجَرًا مُثْمِرًا وَلاَ تُخَرِّبَنَّ عَامِرًا
“No causéis daño a quienes se consideran devotos de la causa de Al’lah. Del mismo modo, no dañes lo que ellos consideran sagrado, no cortes un árbol fructífero y no arruines un lugar habitado.”7
Hay que recordar que era costumbre en Arabia que, a veces, se matara a niños, ancianos y mujeres. En algunas ocasiones, se cercenaban sin piedad las manos, los pies, la nariz, las orejas, etc., lo que se conocía como Muthlah (mutilación de un cadáver). La riqueza, la propiedad y la aldea del enemigo quedaban totalmente destruidas. Los tratados y acuerdos no tenían ningún valor. El Santo Profetasa puso fin a todas estas prácticas. El Islām creó una distinción tajante en la práctica de proteger a los pueblos religiosos y los objetos sagrados. También se relata en varias narraciones que cuando el Santo Profetasa enviaba una compañía, les exhortaba:
بَشِّرُوا وَلاَ تُنَفِّرُوا وَيَسِّرُوا وَلاَ تُعَسِّرُوا
“Da buenas noticias a la gente, es decir, intenta mantenerla contenta, y no sigas un curso de acción que provoque odio en los corazones de la gente; créales facilidades y no les pongas dificultades.”8
- Era una práctica segura del Santo Profeta que al despachar un grupo, compañía o ejército, designaba un Amīr (Un líder o jefe de un grupo) sobre ellos y decía que “Aunque sean tres hombres, deben designar un Amīr de entre ellos”. El Santo Profetasa ordenaba estrictamente obediencia al Amīr, y decía que: “Incluso si un esclavo abisinio ignorante es designado como líder sobre ustedes, ríndanle total obediencia.” Sin embargo, también instruía que si el Amīr emitía una orden que contradecía un claro mandamiento de Dios o de Su Mensajero, entonces no obedecerle en tal asunto. Incluso en este caso, sin embargo, debía mantenerse el respeto.
- Durante una Ghazwah, cuando el Santo Profetasa o sus Compañeros ascendían a una altura, recitaban el Takbīr, es decir, profesaban la grandeza de Al’lah. Cuando descendían una altura, recitaban el Tasbīḥ, es decir, profesaban la gloria de Al’lah.
- En un viaje, se ordenaba a los Compañeros que no acamparan de manera que resultara inconveniente para los demás. Además, al acampar, se les ordenaba no marchar de manera que obstruyeran el camino. El Santo Profetasa era tan estricto a este respecto que, en una ocasión, anunció que: “Un individuo que no tuviera en cuenta la conveniencia de los demás al acampar y al descampar, se vería privado de la recompensa espiritual de la Yihād.”
- Cuando el Santo Profetasa se encontraba con el enemigo, suplicaba antes del comienzo de la lucha.
- El Santo Profeta prefería combatir en las horas de la mañana y se detenía cuando el calor se intensificaba, y entonces ordenaba reanudar la lucha al final de la tarde.9
- Antes de combatir, el Santo Profetasa ordenaba personalmente sus filas, y le disgustaba mucho la irregularidad en ellas.
- Generalmente había dos tipos de banderas en el ejército musulmán, la primera era blanca, que se ataba a un bastón, etc. y se denominaba Liwā’. La segunda era generalmente negra, que se ataba a un bastón, etc. y ondeaba en el aire. Esta se denominaba Rāyah. En la batalla, ambas banderas se entregaban al cuidado de personas especialmente seleccionadas.
- Para cada batalla, el Santo Profetasa designaba generalmente una consigna, con el fin de distinguir entre el amigo y el enemigo.
- El ruido y la confusión no gustaban entre las filas, y se ordenaba que el trabajo se realizara en silencio.10
- Antes de la batalla, el Santo Profetasa nombraba comandantes para las distintas compañías del ejército musulmán, especificaba sus cargos y explicaba sus obligaciones. El principio general que se tenía en cuenta a la hora de nombrar a estos comandantes era nombrar al frente de una compañía a aquellos individuos que se consideraban influyentes entre ellos.
- En raras ocasiones, era práctica del Santo Profetasa tomar el Bai’at (Iniciación de Lealtad) especial de los Compañeros. Como tal, el Bai’at tomado en el Tratado de Ḥudaibiyyah ha sido aludido en el Sagrado Corán.
- En el campo de batalla, el Santo Profetasa ordenó no comenzar a combatir hasta que se le ordenara hacerlo.
- Incluso durante el transcurso de la guerra, el Santo Profetasa daba órdenes especiales de vez en cuando, y las anunciaba él mismo o a través de un Compañero que mandaba con voz resonante.
- Los musulmanes tenían absolutamente prohibido huir o deponer las armas. Se les ordenó prevalecer o convertirse en mártires. Se les permitía, sin embargo, retroceder temporalmente como estrategia de guerra.11 Sin embargo, si debido a la debilidad, algunos huían, el Santo Profetasa no expresaba su disgusto. Más bien, les animaba a mostrar una mayor resistencia en el futuro y les decía: “Quizás habéis retrocedido como táctica de guerra para prepararos para otro ataque.”
- Se ordenó a los Compañeros no golpear el rostro de otra persona en la batalla.12
- El Santo Profetasa decía: “El musulmán debe ser el más gentil de todos al infligir una herida.”13
- Se dieron órdenes estrictas de no tomar prisioneros hasta el comienzo práctico de la batalla. No era aceptable coger al enemigo desprevenido y luego empezar a tomar prisioneros.14
- Se ordenó que después, según las circunstancias, se liberara a los prisioneros como acto de benevolencia o se les mantuviera en prisión si era necesario. Sin embargo, este encarcelamiento sólo se permitía hasta que sobreviniera la guerra, o hasta que se hubieran pagado las pérdidas sufridas como consecuencia de la guerra; pero no después.15
- Se ordenó que los prisioneros fueran tratados con gran compasión y amabilidad. Así, la historia demuestra que debido a esta orden del Santo Profetasa, los Compañeros se preocupaban por la comodidad de los prisioneros incluso más que por su propia comodidad. También ordenó que los prisioneros que fueran parientes cercanos no fueran separados bajo ningún concepto.16
- No se insistió en que el rescate de los prisioneros se pagara sólo en efectivo. Así, el Santo Profetasa llegó a un acuerdo con varios prisioneros alfabetizados de Badr, según el cual serían liberados si enseñaban a los musulmanes a leer y escribir. A veces, los prisioneros de los incrédulos eran liberados a cambio de prisioneros musulmanes. Incluso en el caso de un rescate monetario, se permitía la práctica del Mukātabat (Un acuerdo entre un esclavo y su amo, en el que el esclavo ofrece pagar su propio valor monetario para ser liberado, trabajando el número de horas necesarias para pagar la cantidad acordada).
- Los musulmanes tenían estrictamente prohibido el saqueo, el pillaje y la destrucción. Como tal, esto ya se ha tratado con cierto detalle más arriba.
- Se ordenó que incluso durante el transcurso de la batalla, si un enemigo declaraba su aceptación del Islām, no se le hiciera ningún daño, independientemente de la gravedad de las heridas que pudiera haber infligido a los musulmanes, porque ahora no se temía ningún peligro por su parte. A este respecto, ya se ha mencionado anteriormente el relato de Usāmah bin Zaidra.
- Se ordenó muy estrictamente que se cumplieran los tratados y acuerdos.17A este respecto, el propio Santo Profetasa era particularmente atento. Con ocasión de Badr, Ḥudhaifah bin Yamānra emigró de La Meca y declaró al Santo Profeta que: “Cuando estaba a punto de abandonar La Meca, ante la sospecha de que partía para ayudaros, los Quraish me hicieron acordar que no lucharía en vuestro nombre.” Ante esto, el Santo Profetasa respondió: “Entonces ve y cumple tu promesa, el socorro de Dios es suficiente para nosotros.”18 Esta fue la extrema cautela del Santo Profeta, aunque en lo que se refiere a un edicto, un acuerdo que se toma por coacción no es legalmente vinculante. Además, durante su Jilāfat, Ḥaḍrat ‘Umarra llegó a declarar que cualquier musulmán que defraudara a un enemigo o no cumpliera su acuerdo sería ejecutado.19
- Los cuerpos de aquellos musulmanes que fueron martirizados en el campo de batalla no fueron bañados ni amortajados.
- En caso de emergencia, se enterraba a numerosos mártires en la misma tumba y, en tales ocasiones, se bajaba primero a la tumba a las personas que habían memorizado más del Sagrado Corán. Además, se ordenó que los mártires fueran enterrados en el mismo campo de batalla.
- La oración fúnebre de los mártires se ofrecía a veces inmediatamente después de la batalla, y en algunas ocasiones, cuando no se llegaba a un estado de paz, se ofrecía en otro momento.
- En la medida de lo posible, era práctica de el Santo Profetasa organizar también el entierro de los muertos enemigos.20
- Los que lucharon en las guerras islámicas no fueron pagados.
- La riqueza del botín se distribuía según el principio de que el comandante del ejército seleccionaba primero un artículo para sí mismo del botín, lo que se conocía como una ‘Ṣafiyyah.’ A continuación, una quinta parte de la riqueza total se reservaba para Dios y Su Mensajero, tras lo cual la riqueza restante se repartía equitativamente entre el ejército, recibiendo el que iba a caballo dos porciones adicionales en comparación con los que iban a pie. Además, las pertenencias personales sobre el cuerpo de un incrédulo que había sido asesinado, se consideraba que eran el derecho de quien lo había matado.
- La quinta parte conocida como Jumus, que se reservaba para Dios y Su Mensajero, se dividía de tal manera que una parte se distribuía entre la familia y los parientes del Santo Profetasa. La mayor parte, sin embargo, se gastaba en las necesidades religiosas y nacionales colectivas de los musulmanes. Por esta razón, en una ocasión, el Profeta dijo a sus compañeros:
“Excepto por el Jumus, es ilegal para mí tomar incluso tanto como el pelo de un camello de la riqueza del botín, y:
الْخُمُسُ وَالْخُمُسُ مَرْدُودٌ عَلَيْكُمْ
‘Incluso este Jumus se pone a su servicio'”.21
- La forma en que se ofrecía el Ṣalāt en el campo de batalla consistía en que, aunque el Imām permanecía siempre el mismo, los miembros del ejército ofrecían su Ṣalāt detrás del Imām por secciones, una tras otra, mientras el resto del ejército se enfrentaba al enemigo. Esto se conocía como Ṣalāt-e-Jauf, y en circunstancias variables, su forma era diferente.
- Al principio, los Compañeros ayunaban mientras estaban de viaje, mientras que otros no lo hacían. Sin embargo, en épocas posteriores, el Santo Profetasa ordenaba no observar el ayuno durante el viaje y decía que no era una acción virtuosa ayunar durante el viaje. En cuanto a los Compañeros que ayunaban de todos modos considerando este mandamiento del Santo Profetasa como una mera recomendación, el Santo Profetasa dijo:
أُولَئِكَ الْعُصَاةُ
“Estas personas han actuado con desobediencia”.22
- Era costumbre en Arabia ejecutar a un espía y el Santo Profetasa mantuvo esta pena.
- El Santo Profeta prohibía estrictamente arrestar a un embajador, causarle daño o matarlo. Así, en una ocasión, algunas personas vinieron al Santo Profeta como embajadores de Quraish, y hablaron muy inapropiadamente. El Santo Profeta dijo: “Sois embajadores, por lo tanto, no me está permitido responder con dureza”. En otra ocasión, al encontrarse con el Santo Profeta, un embajador se hizo musulmán y le dijo al Santo Profeta: “Ahora no deseo volver”. El Santo Profeta respondió: “No participaré en un abuso de confianza. Eres un embajador y por lo tanto debes regresar. Después, si lo deseas puedes volver”. Como tal, regresó y después de algún tiempo encontró una oportunidad y volvió.23
- Cuando las regiones de La Meca y Medina habían sido limpiadas del elemento del politeísmo, se anunció entonces que incluso entonces, si un incrédulo extranjero deseaba visitar Ḥiyāz para una investigación religiosa, entonces podía hacerlo con gusto. El Santo Profetasa anunció que se responsabilizaría de su protección y de su regreso seguro.24
- El Santo Profetasa tenía especialmente en cuenta la seguridad y los derechos de los infieles que habían firmado un tratado con los musulmanes. Así, el Santo Profeta declaraba:
مَنْ قَتَلَ مُعَاهَدًا لَمْ يَرَحْ رَائِحَةَ الْجَنَّةِ
“El musulmán que mate a un incrédulo pactante, ni siquiera podrá percibir la brisa del paraíso”.25
Además, el Santo Profetasa también ordenó que: “El musulmán que mate a un incrédulo del pacto involuntariamente por error, además de pagar íntegramente el dinero de la sangre a los herederos del difunto, también debe liberar a un esclavo.”26
- Con respecto a un incrédulo del pacto, el Santo Profetasa también dijo:
مَنْ ظَلَمَ مُعَاهِدًا أَوِ انْتَقَصَهُ أَوْ كَلَّفَهُ فَوْقَ طَاقَتِهِ أَوْ أَخَذَ مِنْهُ شَيْئًا بِغَيْرِ طِيبِ نَفْسٍ فَأَنَا حَجِيجُهُ يَوْمَ الْقِيَامَةِ
“¡Oh, musulmanes! Recordad que en el día de la resurrección, buscaré justicia en nombre de un incrédulo del pacto que sea agraviado por un musulmán o al que se le haya causado algún daño, o al que se le haya dado una responsabilidad o carga más allá de su poder, o al que se le haya privado de algo sin su placer y consentimiento.”27
- Cuando el Santo Profetasa salía a la guerra contra un pueblo, después de obtener la victoria, generalmente no permanecía allí más de tres días. La razón de ello era quizás asegurarse de que la presencia del ejército musulmán no se convirtiera en una fuente de inconvenientes o problemas para la población local.28
- Al final, pero quizás lo más importante, en la Yihād, cualquier otro motivo excepto la salvaguarda de la religión o poner fin a la maldad se consideraba ilícito. Fue una declaración general del Santo Profetasa que un individuo que saliera por codicia de botín, o por exhibición de valentía, o por cualquier otro propósito mundano, se vería absolutamente privado de la recompensa espiritual de la Yihād. A este respecto, se ha retomado anteriormente una discusión algo detallada.
- En esta ocasión, no estaría fuera de lugar mencionar la manera en que se combatía en Arabia durante aquella época. Así, cuando los ejércitos se alineaban unos frente a otros, guerreros seleccionados se presentaban a la batalla individual y se batían en duelo, y era después de estos duelos cuando se lanzaba un ataque a gran escala. Era costumbre luchar tanto a caballo como a pie, pero se prefería la lucha a caballo. Los camellos se utilizaban generalmente sólo como medio de transporte o para llevar provisiones. Las armas de guerra ofensivas se limitaban a la espada, la lanza y el arco y la flecha. El escudo, la cota de malla y el casco se utilizaban para la defensa. En algunas tribus se utilizaba un mecanismo para catapultar piedras sobre el enemigo, al que se denominaba “Manyanīq“. El concepto de esta máquina probablemente llegó a Arabia desde Irán. El Santo Profetasa hizo uso de ella con ocasión del asedio de Ṭā’if.
Comienzo de la Yihād y medidas de precaución del Santo Profetasa
Ya se ha mencionado que el primer versículo coránico que permitía la Yihād por la espada fue revelado el 12 de Ṣafar de 2 A.H. En otras palabras, la indicación divina que se hizo de la guerra defensiva en la migración fue anunciada oficialmente en Ṣafar de 2 A.H., cuando el Santo Profetasa se había descargado de sus empresas iniciales pertinentes a su estancia en Medina, y de esta manera, comenzó el Yihād. Se descubre a través de la historia que el Santo Profetasa empleó inicialmente cuatro estrategias con el fin de proteger a los musulmanes del mal de los incrédulos. Esto es una prueba concluyente de la experta aptitud política y perspicacia militar del Santo Profeta.
Estas estrategias son las siguientes:
PRIMERO: El Santo Profetasa comenzó a viajar a las tribus cercanas y a establecer tratados de paz con ellas, para que la región circundante de Medina quedara libre de amenazas. En este sentido, el Santo Profeta tuvo especial consideración con aquellas tribus que estaban situadas cerca de la ruta comercial siria de los Quraish. Como cada individuo puede deducir, fueron estas tribus en particular, de las que los Quraish de La Meca podrían haber obtenido mayores beneficios contra los musulmanes y cuya enemistad podría haber resultado en graves amenazas para los musulmanes.
SEGUNDO: El Santo Profetasa comenzó a despachar pequeñas compañías con el fin de obtener inteligencia en diferentes direcciones de Medina, de modo que pudo mantenerse informado de los movimientos de los Quraish y sus aliados; y los Quraish también comprendieron que los musulmanes no eran ajenos, de modo que, de esta manera, Medina pudo salvaguardarse de los peligros de ataques repentinos.
TERCERO: Otra sabiduría en el envío de estas partidas fue para que los musulmanes débiles y pobres de La Meca y sus alrededores pudieran encontrar una oportunidad por estos medios, para unirse a los musulmanes de Medina. Hasta ahora, había mucha gente en la región de La Meca que eran musulmanes de corazón, pero no podían profesar públicamente su creencia en el Islām debido a las crueldades de los Quraish. Además, debido a su pobreza y debilidad, tampoco podían emigrar, porque los Quraish se lo impedían por la fuerza. Por ello, Al’lah declara en el Sagrado Corán:
وَمَا لَکُمۡ لَا تُقَاتِلُوۡنَ فِیۡ سَبِیۡلِ اللّٰہِ وَالۡمُسۡتَضۡعَفِیۡنَ مِنَ الرِّجَالِ وَالنِّسَآءِ وَالۡوِلۡدَانِ الَّذِیۡنَ یَقُوۡلُوۡنَ رَبَّنَاۤ اَخۡرِجۡنَا مِنۡ ہٰذِہِ الۡقَرۡیَۃِ الظَّالِمِ اَہۡلُہَا ۚ وَاجۡعَلۡ لَّنَا مِنۡ لَّدُنۡکَ وَلِیًّا ۚۙ وَّاجۡعَلۡ لَّنَا مِنۡ لَّدُنۡکَ نَصِیۡرًا
“¡Oh, creyentes! No hay razón para que no luchéis por la protección de la religión, y por aquellos hombres, mujeres y niños que se encuentran en estado de debilidad, que suplican diciendo: ‘¡Oh, Señor nuestro! Sácanos de esta ciudad, cuyas gentes son opresoras, y haz para nosotros, que somos débiles, un amigo y un ayudante Tuyo'”. (An-Nisā’ 4:76)
Por lo tanto, una de las razones por las que se enviaron estas partidas fue para que estas personas tuvieran la oportunidad de librarse de un pueblo malhechor. En otras palabras, estas personas podrían llegar cerca de Medina junto con las caravanas de los Quraish, y luego escapar para unirse a las fuerzas musulmanas. Por lo tanto, es evidente a través de la historia que cuando el Santo Profetasa despachó la primera compañía bajo el liderazgo de Abū ‘Ubaidah bin Al-Ḥārithra, que casualmente se encontró con un grupo liderado por ‘Ikramah bin Abī Jahl, dos musulmanes débiles que habían llegado junto con los Quraish, lograron escapar de los Quraish y unirse a los musulmanes. Como tal, se narra:
وَفَرَّ مِنَ الْمُشْرِكِيْنَ إِلَى الْمُسْلِمِيْنَ الْمِقْدَادُ بْنِ عَمْرٍو اَلْبَهْرَانِيُّ حَلِيْفُ بَنِيْ زُهْرَةَ ، وَعُتْبِةُ بْنُ غَزْوَانَ بْنُ جَابِرٍ حَلِيْفُ بَنِيْ نُوْفَلَ بْنِ عَبْدِ مَنَافٍ ، وَكَانَ مُسْلِمَيْنِ ، وَلٰكِنَّهُمَا خَرَجَا يَتَوَصَّلَانِ بِالْكُفَّارِ اِلِی الْمُسْلِمِیْنَ
“En esta campaña, cuando el partido musulmán se encontró con el ejército de los Quraish, dos personas, a saber, Miqdād bin ‘Amrra y ‘Utbah bin Ghazwānra, que eran aliados de los Banū Zahrah y Banū Naufal, huyeron de los idólatras y se unieron a los musulmanes. Eran musulmanes y sólo se habían propuesto unirse a los musulmanes al amparo de los Quraish.”29
Por lo tanto, uno de los propósitos del Santo Profeta al enviar estas partidas era también dar a estas personas la oportunidad de librarse de los Quraish, y unirse a los musulmanes.
CUARTA: La cuarta estrategia empleada por el Santo Profeta fue interceptar las caravanas comerciales de los Quraish que viajaban de La Meca a Siria pasando por Medina. La razón era que, en primer lugar, estas caravanas encenderían un fuego de enemistad contra los musulmanes dondequiera que viajaran. Es obvio que sembrar la semilla de la enemistad en los alrededores de Medina era extremadamente peligroso para los musulmanes. En segundo lugar, estas caravanas siempre iban armadas y todo el mundo puede apreciar que el hecho de que pasaran tan cerca de Medina no estaba exento de peligro. En tercer lugar, el sustento de los Quraish dependía principalmente del comercio. Por lo tanto, en estas circunstancias, el medio más definitivo y eficaz para someter a los Quraish, poner fin a sus crueldades y presionarles para que se reconciliaran, era obstruir su ruta comercial. Así pues, la historia atestigua que entre los factores que finalmente obligaron a los Quraish a inclinarse por la reconciliación, la intercepción de estas caravanas comerciales desempeñó un papel extremadamente crucial. Por lo tanto, se trató de una estrategia extremadamente sagaz, que dio sus frutos en el momento oportuno. En cuarto lugar, los ingresos de estas caravanas de los Quraish se gastaron en su mayor parte en esfuerzos para eliminar el Islām. Más bien, algunas caravanas fueron incluso enviadas con el único propósito de que todo su beneficio pudiera ser utilizado contra los musulmanes. En este caso, todo individuo puede comprender que la interceptación de estas caravanas, era por derecho propio, un motivo absolutamente legítimo.
¿Asaltaron los musulmanes las caravanas por codicia?
Varios historiadores cristianos prejuiciosos, para quienes incluso las cualidades del Islām se perciben como una forma de maldad, han planteado la alegación de que Dios-no lo quiera, el Santo Profetasa y sus Compañeros saldrían con el propósito de saquear las caravanas de los Quraish. Nos gustaría preguntar a estas personas, que son la encarnación de la justicia y la equidad, si sus naciones, a las que consideran epítomes del civismo y la nobleza, no obstruyen las rutas comerciales de las naciones enemigas. Cuando reciben la noticia de que un buque mercante perteneciente a tal o cual nación enemiga está pasando por tal o cual lugar, ¿no envían inmediatamente una compañía naval en su persecución para destruirlo, o emplean una estrategia para someterlo y apoderarse de sus riquezas? Entonces, ¿por esta razón se puede calificar a vuestros dirigentes de ladrones, saqueadores y expoliadores? En verdad, si los musulmanes interceptaban las caravanas de los Quraish, su propósito no era apoderarse de las riquezas de sus caravanas. Más bien, las tácticas militares exigían que se obstruyera la ruta comercial de los Quraish, porque no había mejor manera de hacerlos entrar en razón y empujarlos a la reconciliación. Aparte de esto, si una caravana de los Quraish era derrotada y, como resultado de esta derrota, sus riquezas pasaban a manos de los musulmanes, esto formaba parte de las victorias de la guerra, a las que un vencedor siempre se ha considerado con derecho en todas las naciones y en todas las épocas. ¿Quieren decir los opositores que, sin duda, los musulmanes tenían derecho a interceptar las caravanas de los incrédulos y matar a sus hombres, pero deberían haberse abstenido de llevar la riqueza de estas caravanas bajo su propio control; más bien, deberían haber transportado esta riqueza a La Meca, con sumo cuidado, a sus propias expensas y en la protección de su ejército, de modo que con la ayuda de esta riqueza, los Quraish podrían haber preparado otros dos o cuatro ejércitos poderosos e invadido Medina? Si este es su punto de vista, entonces que sea bendito para ellos. Admitimos que la doctrina del Islām está limpia de tales estupideces, desvergüenzas y enseñanzas de suicidio. Afirmar que en la interceptación de estas caravanas, los musulmanes recibieron enseñanzas de pillaje y saqueo, es una grave injusticia y está lejos de la equidad. ¿Acaso se dieron enseñanzas de pillaje y saqueo a esa gente, entre los que había unos pocos que durante un viaje de Yihād, tensos por el hambre extrema, y como si hubieran llegado a la boca de la muerte, cogieron y sacrificaron dos o cuatro cabras de un rebaño, pero cuando llegó el Santo Profetasa, les revolvió furiosamente las ollas? Comenzó a triturar la carne bajo sus pies y dijo: “¿Quién os ha hecho lícito este despojo? Esto no es mejor que carroña”. Entonces, a tal gente se le dieron enseñanzas de pillaje y saqueo, entre los cuales había nuevos musulmanes que preguntaban al Santo Profetasa al partir para la Yihād que “¡Oh Mensajero de Al’lah! Si la intención real de un individuo que participa en Yihād es salvaguardar la religión, pero se le cruza por la mente el pensamiento de que también puede recibir la riqueza del botín, ¿sería tal persona merecedora de recompensa espiritual?” El Santo Profetasa respondía diciendo: “Absolutamente no, absolutamente no, no hay recompensa espiritual alguna para tal persona.” A la luz de estos casos, ¿puede la interceptación de estas caravanas constituir una enseñanza de pillaje y saqueo? Entonces, no sólo el Santo Profetasa explicaba constantemente a los Compañeros que no debería haber ninguna mancha de motivo mundano en la Yihād, sino que esta enseñanza del Santo Profetasa tuvo también un impacto en los Compañeros. Tan profunda fue esta impresión que no sólo se esforzaron por evitar que los pensamientos de materialismo arraigaran en sus propios corazones, sino que, en algunas ocasiones, incluso evitaban tales oportunidades lícitas en las que se aprehendía que pensamientos de esta naturaleza podrían desarrollarse entre las disposiciones más débiles. Por ejemplo, se cuenta que muchos Compañeros no participaron en la Ghazwah de Badr, porque pensaban que esta campaña era sólo para interceptar una caravana. De lo contrario, si hubieran sabido que la guerra iba a tener lugar con el ejército de Quraish, habrían participado con toda seguridad.30
Esta es una prueba práctica para corroborar que en la interceptación de estas caravanas, los Compañeros no tenían ningún interés en su riqueza. La razón es que, de ser así, los Compañeros habrían participado mayoritariamente, mientras que aquí la situación parece ser exactamente la contraria. No quiero decir que todos los Compañeros fueran iguales. Sin duda, entre ellos también los había más débiles y, naturalmente, esta debilidad era relativamente mayor al principio. Sin embargo, la transformación que la comunidad de Compañeros exhibió bajo el entrenamiento del Santo Profetasa en su conjunto, es notablemente asombrosa y verdaderamente sin parangón.
Usted puede convertirse en musulmán
La Comunidad Musulmana Ahmadía le invita a conocer el proceso de volverse en un musulmán áhmadi y así conseguir la salvación.
Notas a pie de página
- * Sharḥul-'Allāmatiz-Zarqānī 'Alal-Mawāhibil-Ladunniyyah, Por Allāmah Shihābuddīn Al-Qusṭalānī, Volumen 2, p. 392, Ghazwatu Uḥud, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera Edición (1996).
* Sharḥul-'Allāmatiz-Zarqānī 'Alal-Mawāhibil-Ladunniyyah, Por Allāmah Shihābuddīn Al-Qusṭalānī, Volumen 3, p. 18, Ghazwatul-Khandaq Wa Hiyal-Aḥzāb, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera Edición (1996).
- * Ṣaḥīḥul-Bukhārī, Kitābul-Maghāzī, Bābu Ḥadīthi Ka‘bibni Mālikin….., Ḥadīth No. 4418
* Sharḥul-'Allāmatiz-Zarqānī 'Alal-Mawāhibil-Ladunniyyah, Por Allāmah Shihābuddīn Al-Qusṭalānī, Volumen 3, pp. 106-107, Ghazwatu Banī Laḥyān, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera edición (1996).
- * Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Jihād Was-Siyar, Bābu Ta’mīril-Imāmil-Umarā’a ‘Alal-Bu‘ūth, Ḥadīth No. 4522
* Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Du‘ā’il-Mushrikīn, Ḥadīth 2612
- Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Jihād Was-Siyar, Bābu Ta’mīril-Imāmil-Umarā’a ‘Alal-Bu‘ūth, Ḥadīth No. 4522
- Sharḥu Ma‘ānil-Āthār, By Imām Abū Ja‘far Aḥmad bin Muḥammad Aṭ-Ṭaḥāwī, Volume 2, p. 126, Kitābus-Siyar, Bābush-Shaikhil-Kabīri Hal Yuqtalu Fī Dāril-Ḥarbi Am Lā, Ḥadīth No. 5067, Maktabah Raḥmāniyyah, Urdu Bazaar, Lahore
- Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Fī Du‘ā’il-Mushrikīn, Ḥadīth No. 2614
- Al-Muwaṭṭā, By Imām Mālik bin Anas, Kitābul-Jihād, An-Nahyu ‘An Qatlin-Nisā’i Waṣ-Ṣibyān….., Ḥadīth No. 982
- Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Jihād Was-Siyar, Bābu Fil-Amri Bit-Taisīri Wa Tarkit-Tanfīr, Ḥadīth No. 4525
- * Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Fī Ayyi Waqtin Yastaḥabbul-Liqā’u, Ḥadīth No. 2655
* Sunanut-Tirmidhī, Kitābus-Siyar, Bābu Mā Jā’a Fis-Sā‘atillatī Yustaḥabbu Fīhal-Qitāl, Ḥadīth No. 1612
- Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Fīmā Yu’maru Bihī Minaṣ-Ṣamti ‘Indal-Liqā’, Ḥadīth No. 2656-2657
- Al-Anfāl (8:16-17)
- * Ṣaḥīḥul-Bukhārī, Kitābudh-Dhabā’iḥi Waṣ-Ṣaid, Bābul-Wasmi Wal-‘Alami Fiṣ-Ṣūrati, Ḥadīth No. 5541
* Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Birri Waṣ-Ṣilati Wal-Adab, Bābun-Nahyi ‘An Ḍarbil-Wajhi, Ḥadīth No. 6651
- Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Fin-Nahyi ‘Anil-Muthlah, Ḥadīth No. 2666
- Al-Anfāl (8:68)
- Muḥammad (47:5)
- * Sunanut-Tirmidhī, Kitābus-Siyar, Bābu Fī Karāhiyatit-Tafrīqi Bainas-Sabyi, Ḥadīth No. 1566
* Sunanut-Tirmidhī, Kitābul-Buyū‘, Bābu Mā Jā’a Fī Karāhiyatil-Farqi Bainal-Akhawain….., Ḥadīth No. 1283
- * Al-Anfāl (8:73)
* Banī Isrā’īl (17:35)
* Ṣaḥīḥul-Bukhārī, Kitābul-Jizyati Wal-Muwāda‘ati, Bābu Ithmi Man ‘Āhada Thumma Ghadara, Ḥadīth No. 3178
* Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Īmān, Bābu Bayāni Khiṣālil-Munāfiq, Ḥadīth No. 210
- Ṣaḥīḥu Muslim, Kitābul-Jihād Was-Siyar, Bābul-Wafā’i Bil-‘Ahdi, Ḥadīth No. 4639
- Al-Muwaṭṭā, Por Imām Malik bin Anas, Kitābul-Jihād, Bābu Mā Jā’a Fil-Wafā’i Bil-Amāni, Ḥadīth No. 984
- Ar-Rauḍul-Unufi Fī Tafsīris-Sīratin-Nabawiyyati libni Hishām, Por Abul-Qāsim 'Abdur-Raḥmān ibn 'Abdillāh ibn Aḥmad, Volumen 3, p. 87, Ghazwatu Badrin - Ma'nā Alqāhum Fil-Qalīb, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera edición.
- Al-Muwaṭṭā, Por Imām Mālik bin Anas, Kitābul-Jihād, Bābu Mā Jā’a Fil-Ghulūli, Ḥadīth No. 994
- Sunanut-Tirmidhī, Kitābuṣ-Ṣaum, Bābu Mā Jā’a Fī Karāhiyatiṣ-Ṣaumi Fis-Safari, Ḥadīth No. 710
- Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Jihād, Bābu Fil-Imāmi Yustajannu Bihī Fil-‘Uḥūdi, Ḥadīth No. 2758
- At-Taubah, (9:6)
- Ṣaḥīḥul-Bukhārī, Kitābul-Jizyati Wal-Muwāda‘ati, Bābu Ithmi Man Qatala Mu‘āhidan Bi-Ghairi Jurmin, Ḥadīth No. 3166
- An-Nisā’ (4:93)
- Sunanu Abī Dāwūd, Kitābul-Kharāji Wal-Imārati, Bābu Fī Ta‘shīri Ahlidh-Dhimmati….., Ḥadīth No. 3052
- Ṣaḥīḥul-Bukhārī, Kitābul-Jihād Was-Siyar, Bābu Man Ghalabal-‘Aduwwa Fa-Aqāma ‘Alā ‘Arṣatihim Thalāthan, Ḥadīth No. 3065
- * Tārīkhur-Rusuli Wal-Mulūk (Tārīkhuṭ-Ṭabarī), Por Abū Ja'far Muḥammad bin Jarīr Aṭ-Ṭabarī, Volumen 3, p. 12, Dhikru Mā Kāna Minal-Umūril-Madhkūrati Fī Awwali Sanatim-Minal-Hijrati / Khuṭbatu Rasūlillāhisa Fī Awwali Jumu'atin....., Dārul-Fikr, Beirut, Líbano, segunda edición (2002).
* As-Sīratun-Nabawiyyah, Por Abū Muḥammad 'Abdul-Mālik bin Hishām, p. 406, Sariyyatu 'Ubaidah bin Al-Ḥārith / Man Farra Minal-Mushrikīna Ilal-Muslimīn, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera edición (2001).
- * As-Sīratun-Nabawiyyah, Por Abū Muḥammad 'Abdul-Mālik bin Hishām, pp. 415-416, Ghazwatu Badril-Kubrā / Nadbul-Muslimīna Lil-'Īr, Dārul-Kutubil-'Ilmiyyah, Beirut, Líbano, Primera Edición (2001).
* Tārīkhur-Rusuli Wal-Mulūk (Tārīkhuṭ-Ṭabarī), Por Abū Ja'far Muḥammad bin Jarīr Aṭ-Ṭabarī, Volumen 3, p. 22, Dhikru Mā Kāna Minal-Umūril-Madhkūrati Fī Awwali Sanatim-Minal-Hijrati / Khuṭbatu Rasūlillāhisa Fī Awwali Jumu'atin....., Dārul-Fikr, Beirut, Líbano, segunda edición (2002).
* Aṭ-Ṭabaqātul-Kubrā, Por Muḥammad bin Sa'd, Volumen 2, p. 254, Ghazwatu Badrin, Dāru Iḥyā'it- Turāthil-'Arabī, Beirut, Líbano, Primera Edición (1996).