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El Destino del Hombre

El hombre, centro del universo

El Corán enseña que Dios deseaba que existiera un universo que sirviera como manifestación de Su Majestad y Su Luz, y que ésta fue la causa de la creación del universo. Dice que Dios creó los cielos y la tierra en seis períodos. Antes de eso Dios gobernaba sobre el agua. El objetivo de Dios al crear los cielos y la tierra a partir del agua era dar existencia a un ser dotado de voluntad para elegir entre el bien y el mal. Estos seres pasarían por diversas pruebas y tratarían de superarse unos a otros en hacer el bien y demostrar así cuál de ellos había alcanzado la perfección.1 Este versículo muestra que antes de que la materia adoptara su forma actual existía en estado líquido o, en otras palabras, que la creación del universo material comenzó con un átomo puro de hidrógeno y que el universo se desarrolló gradualmente a partir de él. Con respecto a la etapa pre-material el Corán dice:

¿No ven los incrédulos que los cielos y la tierra eran una masa cerrada, y que luego los abrimos? E hicimos del agua todo ser viviente. ¿No creerán entonces?2

El versículo pretende decir que los cielos y la tierra eran al principio una masa amorfa y que Dios luego los dividió y los formó en un sistema solar, y que desde el principio siempre ha creado vida a partir del agua. El versículo indica que el universo espiritual también se desarrollaría como se había desarrollado el universo material. Dios, de acuerdo con las leyes que había puesto en marcha, dividió la masa de materia, y sus trozos dispersos se convirtieron en las unidades del sistema solar. Del mismo modo, Dios produce revoluciones en el universo espiritual. Cuando la condición espiritual de la humanidad degenera y la atmósfera espiritual se vuelve densa y opresiva, Dios hace aparecer una luz que causa una perturbación en la oscuridad y la sacude, y de esta masa aparentemente sin vida se crea un sistema solar espiritual en perpetuo movimiento que comienza a extenderse desde su centro y finalmente abarca países enteros o la Tierra entera, según el ímpetu que lo impulse. La creación del universo material comienza a partir del agua; así también el universo espiritual cobra vida con el agua celestial que es la revelación.

Según el Corán, el universo pasó de una etapa a otra hasta que la Tierra adquirió una forma y desarrolló propiedades capaces de sustentar la vida humana. El Corán enseña que la creación del hombre fue el objeto último de la creación de, al menos, nuestro sistema solar. Cuando llegó esa etapa, Dios creó al hombre en el universo material para que se convirtiera en la manifestación de los atributos divinos y sirviera de espejo para reflejar la bella imagen de Dios y se convirtiera en el fundamento de un universo espiritual. La creación de Dios comprende millones de especies. El Corán dice:

“Nadie conoce las huestes de tu Señor sino Él”.3

El hombre, sin embargo, ocupa una posición de dignidad y honor entre los seres creados por la razón de que sirve de espejo para los atributos de Dios. Por eso los místicos musulmanes han llamado al hombre un microcosmos, lo que significa que el hombre posee los atributos de toda la creación y puede considerarse un epítome del universo. Como un mapa topográfico, aunque a pequeña escala, indica todas las características del país que representa, del mismo modo en el cuerpo humano están representadas todas las características del universo. El hombre es, por tanto, el eje o centro del universo creado. El Corán dice que todo el universo ha sido creado por Dios para el servicio del hombre y nuestra observación confirma que el hombre domina toda la creación y que ninguna parte de la creación lo domina a él. No cabe duda de que se ve afectado por los cambios climáticos, la luz de los planetas y las estrellas, los truenos y relámpagos, las tormentas y ventiscas, las epidemias y las pestes, pero en modo alguno está gobernado por estos fenómenos. Los que gobiernan son a menudo afectados por aquellos sobre los que gobiernan y, sin embargo, nunca hay ninguna dificultad en determinar quién gobierna y quién es gobernado. Así, aunque el hombre se ve afectado por las demás partes de la creación, sin embargo, gobierna sobre ellas. Él controla los ríos, los océanos, las montañas, los vientos, los truenos, la lluvia, las hierbas y las medicinas, y es manifiestamente el punto central de la creación o, al menos, de aquella parte de la creación que está relacionada con nuestro universo. La creación de Dios es inmensa y es posible que existan mundos de los que no tenemos conocimiento. Por lo tanto, no podemos especular sobre ellos.

La culminación del proceso de evolución

El Corán, contrariamente a lo que se relata en el Antiguo y el Nuevo Testamento, enseña que el hombre fue creado mediante un proceso gradual. Ya nos hemos referido a este tema anteriormente y hemos citado la autoridad coránica para la proposición que hemos afirmado. Hay otro versículo en el Corán que muestra que la creación del hombre fue la culminación de un proceso gradual y que no es correcto decir que Dios formó al hombre de arcilla y sopló Su espíritu en él. El Corán dice:

“Y os ha creado en diferentes etapas y diferentes formas”4

Es decir, Dios ha creado al hombre haciéndole pasar por una etapa tras otra y por una condición tras otra. Por lo tanto, según el Corán, el hombre no fue creado de repente, de un solo golpe, sino como resultado de un proceso gradual. Del mismo modo, el desarrollo intelectual del hombre también procedió gradualmente. El Corán muestra que los seres humanos existían antes de Adán, pero que aún no eran capaces de asumir la responsabilidad de la Ley revelada. Vivían en cuevas y en las montañas. Por esta razón, el Corán les ha dado el nombre de Yinn, que significa literalmente los que habitan fuera de la vista. Algunas personas han aplicado esta palabra a los Yinn de los cuentos y las fábulas, pero el Corán no apoya esta interpretación. Afirma expresamente que cuando Adán y su pueblo salieron del jardín (que, de nuevo, según el Corán, era una región de la tierra y no debe confundirse con el Paraíso) Dios les advirtió contra Iblis “que era uno de los Yinn” y les dijo que tuvieran cuidado con él y con su pueblo, ya que todos tendrían que vivir juntos en la tierra en la que pasarían sus períodos de existencia y en la que morirían5. De nuevo, dirigiéndose a Adán y a su pueblo y a Iblis y a su pueblo, Dios les amonesta a todos ellos para que acepten a Sus Profetas cuando aparezcan entre ellos de vez en cuando.6 Todo esto demuestra que los Yinn de la época de Adán y su líder Iblis eran de raza humana. Los Yinn de las fábulas no viven en compañía de los hombres ni están relacionados de ningún otro modo con ellos. El Corán no apoya la idea de los Yinn de las fábulas. Aquellos a quienes el Corán describe como Yinn en relación con Adán eran seres humanos que habitaban en la tierra, pero cuyas facultades mentales aún no estaban plenamente desarrolladas. Cuando se alcanzó la etapa del pleno desarrollo de las facultades mentales del hombre, Dios envió Su revelación al hombre más perfecto de aquella generación, es decir, Adán. Esta revelación se limitó a unas pocas reglas sociales relacionadas con la formación de una sociedad y la provisión de alimentos y otros medios de mantenimiento para ella. Aquellos cuyo sentido social aún no estaba plenamente desarrollado se negaron a someterse a Adán. Dios los castigó y dio a Adán la victoria sobre ellos. Para el futuro Dios decretó que seguirían apareciendo Profetas y que quienes creyeran en ellos se identificarían con Adán y su pueblo y quienes los rechazaran se identificarían con los Yinn que se habían opuesto a Adán. Cada Profeta se eleva para ayudar a avanzar la evolución intelectual y espiritual del hombre. Aquellos que se oponen a la siguiente etapa de la evolución y no están dispuestos a someterse a las limitaciones y regulaciones que Dios trata de imponer a través de Su Profeta para ayudar a avanzar en el proceso de evolución, rechazan al Profeta.

En resumen, el Corán enseña que la creación física y el desarrollo del hombre son el resultado de un proceso de evolución y, del mismo modo, su desarrollo intelectual también es el resultado de un proceso de evolución. Adán no fue el primer ser humano, pero sí fue el primer ser humano cuyo intelecto fue capaz de aceptar y asumir la responsabilidad de la revelación. El Corán no afirma en ninguna parte que Dios deseara crear al hombre y por eso creó a Adán. El Corán afirma expresamente que Dios decidió nombrar un “Vicegerente en la tierra” y nombró a Adán. Esto demuestra que en el momento de la designación de Adán como Vicegerente de Dios en la tierra había seres humanos que habitaban la tierra, pero ninguno de ellos se había convertido en el recipiente de la revelación divina, ya que sus facultades mentales aún no estaban completamente desarrolladas. Cuando el desarrollo del intelecto humano llegó a la fase en que el hombre era capaz de formar una sociedad y vivir de acuerdo con un sistema organizado, Dios envió Su revelación a Adán, que poseía el intelecto más desarrollado de su época, y se convirtió así en el primer Profeta. No fue el primer hombre sino el primer Profeta, y la revelación que recibió comprendía unas pocas leyes sociales claras y sencillas y una explicación simple de algunos de los atributos divinos.

En otro lugar el Corán dice:

“Y te creamos y luego te dimos forma y luego dijimos a los ángeles: ‘someteos a Adán”7

El versículo significa que Dios creó al hombre y luego dio forma a sus facultades y luego ordenó a los ángeles que se inclinaran ante Adán. Este versículo también muestra claramente que el hombre ya existía antes de la época de Adán. El desarrollo de las facultades intelectuales del hombre indica que antes de la aparición de Adán el hombre ya había pasado por varias etapas de evolución. El versículo indica que después de que el hombre fue creado sus facultades se desarrollaron de etapa en etapa y asumieron diferentes formas y comenzó a distinguirse de la otra creación animal a su alrededor y cuando su intelecto se desarrolló hasta cierto grado, Adán fue creado y Dios le envió Su revelación.

El objeto de la creación del hombre

El Corán enseña que el hombre ha sido creado para servir de manifestación de los atributos de Dios e ilustrarlos en su vida. Dice:

“Y he creado a los Yinn y a los hombres sólo para que Me sirvan y reciban la impresión de Mis atributos”.8

(Como ya se ha explicado, la palabra Yinn no significa alguna especie de creación invisible, sino que se refiere a ciertas clases de personas).

En otro lugar el Corán dice:

“Él es Quien os ha hecho vicegerentes en la tierra. Quien no crea, sufrirá las consecuencias de su incredulidad”9

Esto significa que, si un hombre renuncia voluntariamente a la posición que Dios le ha asignado, no daña a Dios de ninguna manera, sino que simplemente se desplaza de una posición de honor y sufrirá las consecuencias. Estos versículos muestran que el hombre ha sido creado para ilustrar en su propia vida los atributos de Dios y que es el vicegerente de Dios en la tierra. Es, por tanto, el punto central del universo material. Puesto que los Profetas son elevados para la reforma de la humanidad y para recordarles el objeto de su vida y guiarles correctamente hacia su consecución, se convierten en sus esferas en los centros para la humanidad. En otras palabras, el hombre es el sol alrededor del cual gira el universo material y cada uno de los Profetas es un sol alrededor del cual giran los hombres, para cuya guía es enviado ese Profeta.

Ley de la Naturaleza y Ley de la Sharía

El Corán muestra que Dios ha puesto en marcha dos tipos de leyes con el fin de recordar al hombre sus deberes y ayudarle en el camino del progreso. Una de ellas es la ley de la naturaleza, que está relacionada con el progreso material del hombre. Puesto que esta ley no está directamente relacionada con el progreso espiritual del hombre, su contravención ocasiona un perjuicio material al hombre, pero no implica el disgusto o la cólera de Dios. Todo el universo material está investido del ímpetu apropiado de esta ley y es impulsado por ella. Dios no hace ninguna revelación directa sobre los detalles de esta ley.

La segunda es la Ley de la Sharía, que regula el progreso espiritual del hombre. La contravención de esta ley implica el desagrado divino, ya que sólo mediante la conformidad con esta ley puede el hombre lograr cumplir el propósito para el que ha sido creado y la contravención de esta ley detiene su progreso hacia ese objetivo. Pero toda contravención de la Ley de la Sharía no tiene el efecto de privar al hombre por completo de sus posibilidades de alcanzar su objetivo. El Corán enseña que la Ley de la Sharía ayuda colectivamente al hombre a alcanzar la pureza espiritual y la exaltación. Del mismo modo que cada contravención de la ley de la naturaleza no lleva al hombre a la ruina y la destrucción completas, ni cada descuido en materia de dieta induce a la enfermedad, del mismo modo no toda contravención de la Ley de la Sharía atrae sobre el hombre la ira de Dios o le priva de toda posibilidad de alcanzar su objetivo. El objeto mismo de la Ley de la Sharía es ayudar al hombre a alcanzar la perfección espiritual. Cuando se diseña un amplio sistema para conseguir un determinado resultado, su fracaso en un aspecto puede ser corregido o compensado por su éxito en otro y el resultado deseado aún puede ser alcanzado. El cuerpo humano, por ejemplo, es una organización compleja y la vida humana depende para su continuidad saludable de varios factores como la alimentación, el agua, el aire, etc. En ocasiones, uno o más de estos factores se contaminan, pero esto no provoca necesariamente la enfermedad del organismo. El defecto producido por la deficiencia de un factor puede ser superado por el funcionamiento saludable de los otros factores. Lo mismo ocurre con la Ley de la Sharía. Comprende reglas y principios que están diseñados colectivamente para el avance espiritual del hombre. Sin llegar al repudio del Reino de Dios o de la autoridad de Sus Profetas, cualquier defecto que pueda producirse en la conducta humana por un error o debilidad es remediable. Si el defecto es grave, sólo puede remediarse mediante el arrepentimiento verdadero y la oración sincera.

El Corán indica que, además de estas dos leyes, hay otras dos que están en constante funcionamiento, a saber, la ley social y la ley moral. Pero éstas son en realidad las extensiones de los límites de la ley de la naturaleza y la Ley de la Sharía. La ley moral es la extensión de la ley de la Sharía y la ley social es la extensión de la ley de la naturaleza, y actúan y reaccionan entre sí en gran medida. Muchas normas del derecho social se basan en la moral y muchas normas del derecho moral se basan en la sociología. Puesto que el hombre ha sido concebido para vivir como miembro de la sociedad, necesita ambos conjuntos de leyes. Siendo la ley social una continuación, por así decirlo, de la ley de la naturaleza, al hombre se le ha permitido una elección muy amplia en la elaboración de la misma. Como la ley moral está relacionada con la ley de la Sharía, sus fundamentos se rigen por esa ley, aunque algunos de sus detalles se dejan a la elección del hombre. Todo el sistema del universo funciona sobre la base de estas leyes. Tanto la ley de la naturaleza como la Ley de la Sharía son designadas por Dios y el hombre no tiene nada que ver con su elaboración. La ley social y la ley moral, sin embargo, son una combinación de mandamientos divinos y reglamentos humanos, y de esta manera, asociando la cooperación humana con el designio divino, se proporciona la mejor guía para el funcionamiento del universo. Mientras estas dos corrientes continúen corriendo en canales paralelos, el mundo sigue progresando en paz y el hombre es capaz de establecer un sistema benéfico sobre la tierra que está de acuerdo con el Reino de Dios, pero cuando estas dos corrientes comienzan a correr en direcciones opuestas, o en otras palabras, cuando la razón humana se desvía del curso que corre paralelo a la guía divina y es así privada de la bendición divina, el mundo se convierte en presa del conflicto y la discordia. Entonces no es gobernado ni por Dios ni por el hombre, sino que queda sometido al dominio de las fuerzas satánicas; pues el hombre sólo puede proclamarse humano mientras siga la guía divina. Cuando deja de hacerlo, desciende al nivel de los brutos.

Para que el hombre pudiera acercarse a Dios, era necesario dejarle libertad para elegir su camino. El Corán enseña que el hombre es libre en una esfera y está sujeto a coacción en otra. Es libre en lo que concierne a la ley de la Sharía y no tiene elección en lo que concierne al funcionamiento de la ley de la naturaleza. Está sujeto a coacción en esta última esfera porque su progreso espiritual no está directamente relacionado con el funcionamiento de la ley natural. Se le ha dado libre elección de acción en la esfera de la Ley de la Sharía, ya que sólo puede ser objeto del favor y la generosidad divinos actuando conforme a la Ley de la Sharía, y no se puede obtener recompensa a menos que haya libre elección en materia de acción. Lo que un hombre está obligado a hacer no puede reportarle recompensa alguna.

El Corán reconoce que el bienestar y el progreso espiritual del hombre se ven afectados por su entorno material y, en la medida en que se ven afectados, se imponen limitaciones a sus acciones, pero también enseña que las acciones del hombre son evaluadas por Dios en relación con sus antecedentes y su entorno. Por ejemplo, si un millonario dedica una pequeña fracción de su riqueza al servicio de la humanidad y un pobre que sólo posee el equivalente de esa pequeña fracción dedica la totalidad de la misma al servicio de sus semejantes, a los ojos de Dios no tendrán derecho a una recompensa igual. El millonario dedicó una milésima o una cienmilésima parte de su riqueza a ganar la complacencia de Dios y el pobre lo dio todo con ese fin. La recompensa ganada por cada uno será proporcional al sacrificio hecho por cada uno. Dios no se fija en el volumen de las acciones de un hombre, sino que las evalúa en función de su verdadero trasfondo. Él no pasa por alto las desventajas a las que está sujeto un hombre y que limitan el alcance de sus acciones, ni las comodidades de las que disfruta un hombre y que facilitan sus acciones.

Evolución del Universo Espiritual Completada en el Santo Profeta Muhammad (sa)

Aprendemos del Corán que, así como el universo material se ha desarrollado gradualmente, un proceso gradual similar de desarrollo fue prescrito para el universo espiritual. Por eso el código perfecto de leyes no fue revelado en el inicio del universo. La revelación fue enviada al hombre en consonancia con la etapa de desarrollo alcanzada por él. Finalmente, el hombre llegó a una etapa en la que podía asumir la responsabilidad de la perfecta Ley de la Sharía. Dios, en Su sabiduría, hizo aparecer entonces al ser humano más perfecto en la persona del Santo Profeta del islam y le reveló la perfecta Ley de la Sharía y la perfecta Escritura. Esa Ley perfecta es el islam y esa Escritura perfecta es el Corán. La evolución del universo espiritual se completó en la persona del Santo Profeta. Así como el hombre es el punto central del universo material y los respectivos Profetas fueron los puntos centrales de las naciones a las cuales y las épocas para las cuales fueron enviados, el Santo Profeta del islam es el punto central para toda la humanidad. El plan del universo, por lo tanto, presentado por el Corán es que el primer punto central del universo es el hombre. En sus diferentes esferas, la humanidad gira en torno a sus respectivos Profetas, los Profetas giran en torno al Santo Profeta del islam y éste, a su vez, gira y conduce a todo el universo hacia Dios y el universo espiritual es, así, llevado a su perfección.

El Corán, la Escritura Perfecta

Ya se ha dicho que Dios, a través de Sus Profetas, ha dispuesto el progreso y la perfección del hombre por medio de la Ley de la Sharía, la ley moral y la ley social. Puesto que el Corán es la Escritura más perfecta, trata de estas tres leyes. Expone la Ley de la Sharía y la ley moral en su totalidad y enuncia los principios fundamentales de la ley social, dejando el resto del campo de la ley social para que lo desarrolle y complete el propio hombre. En el ámbito de la ley moral, el Corán establece este principio fundamental: el uso adecuado de las facultades naturales es lo que constituye las cualidades morales elevadas. La supresión o anulación de las facultades o deseos naturales es una ofensa moral tanto como la sumisión completa a su dominio. Aquel que intenta matar sus facultades naturales o suprimir completamente sus deseos naturales desafía la ley de la naturaleza. Aquel cuya mente está llena de deseos naturales y cuyas energías están dedicadas a satisfacerlos, desafía la Ley de la Sharía y se encamina hacia la destrucción espiritual. Ambos caminos son fatales para el desarrollo del hombre. Ni la ley de la naturaleza ni la Ley de la Sharía pueden desafiarse impunemente. Por eso el Corán enseña que, puesto que todas las cosas han sido creadas para el servicio y beneficio del hombre, su uso le está permitido, salvo que se abstenga de darles usos que sean definitivamente perjudiciales. Según este principio, el islam no considera el celibato una virtud, sino un vicio. Del mismo modo, abstenerse de usar artículos limpios de comida, bebida y vestido no es una virtud sino un vicio, en la medida en que este tipo de restricciones suponen un desafío a la ley de la naturaleza y una ingratitud hacia las bondades divinas. Sin embargo, es igualmente un vicio gastar todo el tiempo en la búsqueda de estos objetos y dedicarse completamente a su disfrute, porque de esta manera el hombre descuida el desarrollo de su alma, que es el verdadero objeto de la existencia humana. Así como es pecaminoso que un hombre trabaje incesantemente y se abstenga de todo alimento -porque así provocará su propia muerte y dejará su trabajo sin terminar-, de la misma manera es pecaminoso que un hombre se dedique enteramente a la satisfacción de sus deseos físicos y se abstenga de actividades útiles, porque un hombre así gasta su vida en la búsqueda de los medios y descuida el fin. Ningún fin puede alcanzarse sin la provisión de medios y no pueden crearse medios apropiados sin tener presente el verdadero fin.

Principios para establecer el orden social

Para establecer el orden en la esfera social y darle una dirección benéfica, el Corán ha establecido los siguientes principios:

(1) La propiedad absoluta corresponde sólo a Dios y todas las cosas le pertenecen.

(2) Él ha sometido todo al control del hombre para el beneficio colectivo de toda la humanidad.

(3) Puesto que el objeto de la existencia del hombre es la perfección espiritual, debe dársele un cierto grado de libertad de elección en sus acciones y debe proporcionársele un campo para sus actividades.

(4) Puesto que los materiales sobre los que se basa el progreso humano son patrimonio común de toda la humanidad, el producto del trabajo humano debe distribuirse de tal modo que asegure su parte adecuada tanto al individuo como a la comunidad.

(5) Para la adecuada regulación del sistema social humano debe confiarse a alguna persona la autoridad ejecutiva, que debe ser elegida como resultado de una consulta entre los miembros de la comunidad sobre la que ha de ejercer su autoridad. Su función no es elaborar leyes, sino hacer cumplir las leyes divinas.

(6) Teniendo en cuenta la posibilidad de diversidad en los sistemas políticos de las diferentes comunidades, el Corán enseña que:

(a) En caso de que surja una disputa entre dos o más Estados políticos, los demás deben unirse para resolver la disputa.

(b) Si no se llega a un acuerdo amistoso entre las partes en litigio,

los Estados restantes deberán pronunciar un laudo equitativo con referencia al asunto objeto de la controversia.

(c) Si una de las partes en la controversia se niega a aceptar el laudo o, habiéndolo aceptado, no lo ejecuta, los demás Estados deben esforzarse por persuadir al Estado recalcitrante de que acepte el laudo en interés de la paz internacional. Si fracasa la persuasión, deberán obligar por la fuerza al Gobierno en cuestión a someterse al laudo.

(d) Cuando el Estado recalcitrante se haya sometido, los demás gobiernos deben abstenerse de ir más allá de la ejecución del laudo relativo a la disputa original y no deben tratar de obtener ninguna ventaja para sí mismos, ya que esto sentaría las bases de nuevas disputas.

Todo esto fue prescrito por el Corán hace más de trece siglos y medio. La Organización de las Naciones Unidas ha adoptado algunos de estos principios, pero corre el peligro de fracasar en su propósito por descuidar otros. La Sociedad de Naciones fracasó porque no hizo efectivo el principio coránico de que un gobierno intransigente debe ser obligado por la fuerza a someterse a una decisión o laudo internacional. La Organización de las Naciones Unidas no parece preocuparse por asegurar que las potencias que imponen un arreglo no busquen ninguna ventaja para sí mismas a expensas de las naciones vencidas y limiten sus esfuerzos a la imposición del arreglo de la disputa que dio lugar al conflicto. Se teme, por tanto, que la Organización de las Naciones Unidas corra la misma suerte que la Sociedad de Naciones, pues la paz sólo puede establecerse y mantenerse sobre los principios establecidos en el Corán.

La vida después de la muerte

El Corán enseña que cuando un hombre muere, su alma entra en un nuevo universo y asume un nuevo cuerpo. Ese cuerpo es diferente del cuerpo físico que se ajusta a las exigencias de esta vida. Es un nuevo tipo de cuerpo espiritual que posee facultades peculiares para la percepción de los bellos atributos de Dios. Las almas perfectas serán admitidas inmediatamente en el estado descrito como Paraíso. Las imperfectamente desarrolladas en esta vida encontrarán el estado descrito como Infierno, que es un estado de curación de los males espirituales. A medida que el proceso de curación se complete con respecto a cada alma, ésta alcanzará el Paraíso; hasta que finalmente todas las almas habrán alcanzado el Paraíso y el estado del Infierno habrá terminado por completo. Todos, habiendo procedido de Dios, volverán finalmente a Él. Sus alegrías, sus placeres y sus comodidades serán espirituales. El recuerdo y el amor de Dios serán su alimento y la visión de Dios será su más alta recompensa. El Corán llama la atención sobre esto al decir que las extremidades de este universo están en manos de Dios.10 Esto significa que el universo se originó con Dios y también terminará con Él. Lo que ha procedido de Dios volverá a Dios, como dijo Jesús:

“Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo”.11

Usted puede convertirse en musulmán

La Comunidad Musulmana Ahmadía le invita a conocer el proceso de volverse en un musulmán áhmadi y así conseguir la salvación.

Notas a pie de página

  1. Sagrado Corán, 11:8
  2. Sagrado Corán, 21:31
  3. Sagrado Corán, 74:32
  4. Sagrado Corán, 71:15
  5. Sagrado Corán, 7:26, 28
  6. Sagrado Corán, 2:39
  7. Sagrado Corán, 7:12
  8. Sagrado Corán, 51:57
  9. Sagrado Corán, 35:40
  10. Sagrado Corán, 79:45
  11. Juan, 3:13