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La Veracidad del Mesías Promedito (as): La Victoria del Islam sobre las demás Religiones

Parte del libro “Invitación a Ahmadíat“.

Argumento 4 – Triunfo del islam sobre las demás religiones

El cuarto argumento o grupo de argumentos se refiere a una profecía contenida en el Sagrado Corán que asigna al Mesías Prometido la importante tarea de llevar de nuevo al islam al triunfo sobre las demás religiones. El Mesías Prometido lo hizo demostrando la superioridad del islam sobre las demás religiones. Sólo pudo hacerlo con la ayuda y la gracia de Dios, y el hecho constituye un importante argumento en apoyo de su proclamación. El Sagrado Corán dice:

‘Él es Quien ha enviado a Su Mensajero, con la guía y la religión de la verdad, para que la haga prevalecer sobre todas las demás religiones.’ Al-Taubah, 33; Al-Fath, 29; Al-Saff, 10

De los dichos del Santo Profeta (la paz sea con él) se desprende que el triunfo del islam sobre las demás religiones que se promete en este versículo debía tener lugar en la época del Mesías Prometido. La liquidación del Dayyal, la destrucción de Gog y Magog y la derrota del cristianismo son tareas asignadas al Mesías Prometido según el Santo Profeta (la paz sea con él). Estos peligros han sido descritos como los más graves de la historia del islam. También se nos dice que el Dayyal o Cristianismo Misionero lograría dominar a todas las demás religiones. La derrota del cristianismo por el islam significaría, por tanto, la derrota también de todos los demás rivales.

El momento de la victoria universal

Las palabras “hacer que [el islam] prevalezca sobre todas las demás religiones” se refieren a la época del Mesías Prometido. En este punto casi todos los comentaristas musulmanes parecen estar de acuerdo. Por ejemplo, en el conocido Yami al-Bayan, vol. 29, bajo el versículo en cuestión tenemos:

El tiempo del que habla este versículo está señalado para la venida de Isa bin Maryam [es decir, su segunda venida]”. Tafsir Yami al-Bayan, vol. 29.

Esta opinión también parece acertada desde el punto de vista racional. La variedad de religiones que hay hoy en el mundo no existía antes. Los contactos entre religiones y pueblos han aumentado más allá de lo esperado. La invención de la imprenta ha facilitado enormemente la impresión y circulación de libros. También existe un espíritu de competencia entre las religiones. El número de grupos religiosos que compiten entre sí ha aumentado mucho. En tiempos del Santo Profeta (la paz sea con él), sólo había cuatro religiones que se levantaran contra el islam. Eran los adoradores de ídolos de La Meca, los cristianos, los judíos y los magos. Las muchas otras religiones y grupos religiosos e ideológicos que han aparecido desde entonces en el mundo eran entonces desconocidos. Por lo tanto, en aquella época no se podía contemplar el triunfo del islam sobre todas las demás religiones en el pleno sentido del término. Hoy sí es posible. Hoy todas las religiones han salido a la luz. Los nuevos métodos de transporte y comunicación han intensificado la lucha entre religiones e ideologías.

Parece por tanto que, según el Sagrado Corán, los hadices y las consideraciones racionales, el triunfo visible del islam sobre las demás religiones estaba destinado a producirse en tiempos del Mesías Prometido, siendo éste el más importante de los objetos de su advenimiento. Si un pretendiente al cargo de Mesías Prometido es capaz de llevar a cabo la gran tarea, no quedará ninguna duda sobre la veracidad de su proclamación. Los hechos que enumeraré a continuación demostrarán que Hazrat Mirza Ghulam Ahmad ha logrado el triunfo señalado del islam. Por lo tanto, él es el Mesías Prometido.

Antes de que Hazrat Mirza Ghulam Ahmad anunciara su proclamación, la condición del islam se había deteriorado tanto que los propios musulmanes habían comenzado a desesperarse. Algunos no dudaron en anunciar la perdición del islam. La situación general del islam también apuntaba a un final inevitable. El cristianismo misionero se ocupaba de expulsar al islam de todos sus bastiones. Se pensaba que en menos de cien años el islam desaparecería del mundo. Los musulmanes estaban tan consternados por el ataque cristiano que incluso los descendientes físicos del Santo Profeta (que la paz sea con él), los sirios, habían abandonado el islam y se habían unido al cristianismo por millares, por no hablar de otros musulmanes. Estos conversos no eran sólo cristianos nominales. Desempeñaron un papel vital en la preparación y publicación de literatura vituperable contra el islam y su Santo Fundador (la paz sea con él). Subían a tribunas públicas y lanzaban ataques soeces contra el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él). Algunos de estos ataques eran tan desgarradores que los musulmanes se desmoralizaban. De hecho, tan grande era su desmoralización que incluso los hindúes, cuya religión hace tiempo que dejó de ser una fuerza viva, que nunca se habían aventurado en el campo misionero, y que siempre habían estado ocupados en una defensa inútil de su religión, decidieron salir y atacar al islam y proclamar conversos del islam al hinduismo. La conocida secta hindú de los Aryas se propuso la tarea de convertir a los musulmanes al hinduismo y lanzó una campaña con este fin. La escena era lamentable. Era como si un hombre valiente que había sido temido por todos cuando estaba vivo, ahora yaciera muerto y fuera presa de los buitres. Cuando el hombre estaba vivo, estas aves ni siquiera se atrevían a acercarse a él, pero ahora desgarraban su carne y se alimentaban de él. Los musulmanes que escribían en defensa del islam lo hacían en tono apologético. Decían, por ejemplo, que las leyes del islam estaban pensadas para una época anterior; esa época había pasado, por lo que las leyes no eran relevantes hoy en día. Por lo tanto, era un error criticarlas. En esta época de desesperación y desastre llegó Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (la paz sea con él) y comenzó su defensa del islam. Su primer ataque en nombre del islam resultó estupefaciente para el enemigo. Escribió su famoso libro, Barahin-i-Ahmadía, que contenía una exposición de los fundamentos racionales del islam. En él también desafiaba a los detractores del islam a presentar en nombre de sus religiones incluso una quinta parte de los argumentos contenidos en el Barahin-i-Ahmadía. Si algún exponente no musulmán lo lograba, podía reclamar una recompensa de 10.000 rupias. Muchos intentaron aceptar el reto y responder al libro, pero ninguno lo consiguió. El país resonó con la fama del libro. Los enemigos del islam enmudecieron. El islam, que hasta entonces había sido impotente para defenderse, había lanzado ahora una ofensiva contra los credos enemigos. La espada del islam había caído sobre todos ellos. Fueron derrotados.

La proclamación del Mesías aún no había sido anunciada. Todavía no había surgido la hostilidad que más tarde produjo la proclamación. El Barahin-i-Ahmadía y su desafío fueron bien recibidos por los musulmanes. Miles de ellos declararon abiertamente que el escritor era el Muyaddid (reformador) del siglo. Un piadoso y erudito de Ludhiana escribió:

Nosotros, los enfermos, te esperamos; por el amor de Dios, ven y sé nuestro Mesías”.

La publicación de Barahin-i-Ahmadía inició un movimiento de defensa y apoyo al islam. Por fin, los enemigos del islam tuvieron que admitir que el islam no estaba muerto, sino más vivo que nunca. La incertidumbre y la falta de confianza les abrumaron. Empezaron a temer por su futuro. La más poderosa de las religiones enemigas, que se enorgullecía de su éxito universal y consideraba al islam su presa, ha sufrido un golpe tan duro que sus seguidores se echan atrás en cuanto oyen hablar de un exponente Áhmadi. Un misionero cristiano no puede enfrentarse a un Áhmadi. Gracias a los esfuerzos de Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, el islam ha vuelto a dominar sobre las demás religiones. Las armas del islam son los argumentos del islam; y los argumentos pueden ser lentos en sus efectos, pero los efectos que producen perduran.

Aunque el cristianismo sigue ocupando una posición muy fuerte en el mundo en su conjunto y otras religiones también continúan como antes, su toque de difuntos ha sonado y sus espaldas están rotas. La lealtad tradicional y la conformidad social impiden que un gran número de fieles de otras religiones se unan abiertamente al islam. Por lo tanto, para los observadores superficiales, el triunfo del islam no es tan evidente. Pero los signos más profundos están ahí.

Un observador agudo puede juzgar el futuro a partir de pequeños comienzos. El árbol puede verse en la semilla. Hazrat Mirza Sahib ha atacado a los credos no musulmanes con tanta eficacia que ahora no pueden escapar a su destino. Tarde o temprano yacerán muertas a los pies del islam. Procedamos ahora a relatar con cierto detalle cómo Hazrat Mirza Sahib atacó a las fes enemigas.

Victoria sobre el Cristianismo

El éxito que el cristianismo ha logrado durante un largo período de la historia se basa en la creencia cristiana de que Jesús murió en la cruz y así expió los pecados de sus seguidores. Resucitado de la muerte en la cruz, ahora está sentado en el Cielo a la derecha de Dios. Esta historia ha tenido un efecto tremendo en muchas generaciones de seres humanos. La muerte de Jesús “por los demás” despertó tiernas emociones en quienes escucharon el relato. Su resurrección y su ascensión al Cielo, a la diestra de Dios, inspiraban admiración y hacían que la gente lo venerara como a Dios. Estas dos creencias, la muerte en la cruz y la Resurrección, Hazrat Mirza Sahib las refutó con la ayuda del propio Nuevo Testamento. Demostró que Jesús no pudo haber muerto en la cruz. Se sabía que, aunque un hombre permaneciera clavado a una cruz durante tres días, no moría necesariamente. Jesús permaneció en la cruz sólo tres o cuatro horas. También está registrado en el Nuevo Testamento que cuando fue bajado, una lanza clavada en su costado sacó sangre caliente [Juan 19:31-4]. No se puede extraer sangre caliente de un cadáver. Además, Jesús había profetizado (y esta profecía permanece en los registros del Nuevo Testamento) que bajaría vivo de la cruz. ¿Acaso no dijo:

La generación mala y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás: Porque como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches’. Mateo 12:39-40.

Se sabe que el profeta Jonás había sido devorado vivo por una ballena, pero había salido con vida. Jesús debía mostrar una señal parecida a ésta. Así que debía entrar vivo en la tumba y salir vivo después de tres días y tres noches. Los argumentos presentados por Hazrat Mirza Sahib se basaban en los registros del Nuevo Testamento. Así que los cristianos se quedaron mudos de asombro. No pudieron hacer frente al ataque. Toda la teoría de la muerte de Jesús en la cruz para la expiación de los pecados de los demás se vino abajo. El principal atractivo del cristianismo para los creyentes crédulos desapareció. El cristianismo perdió una de sus patas.

Jesús enterrado en Srinagar, Cachemira

La otra pata sobre la que se sostenía el cristianismo era la creencia en la resurrección de Jesús y su ascensión al cielo para sentarse a la derecha de Dios. Con argumentos extraídos de nuevo del Nuevo Testamento, Hazrat Mirza Sahib rompió también esta segunda pata, como había roto la primera. Hazrat Mirza Sahib demostró a partir de los registros del Nuevo Testamento que después del acontecimiento de la cruz Jesús no ascendió al Cielo, sino que viajó a Oriente, adentrándose en Irán, Afganistán y la India en busca de las tribus perdidas de Israel. Sabemos por el Nuevo Testamento que Jesús siempre recordaba a su audiencia que había venido a recoger a las ovejas perdidas de Israel:

Tengo otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo traer”. Juan 10:16

Se sabe por la historia que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había hecho prisioneras a diez de las doce tribus de Israel y las había conducido al exilio en Afganistán. Como Jesús tenía que reunir a las tribus perdidas, era necesario que viajara a Afganistán y Cachemira para que recibieran su mensaje. Si no hubiera viajado a esa parte del mundo, su venida habría fracasado.

Además del Nuevo Testamento, Hazrat Mirza Sahib recurrió a las pruebas de la historia y la geografía para apoyar sus opiniones. Citó la historia antigua para demostrar que los primeros seguidores de Jesús llegaron a la India. En el Tíbet se había encontrado un libro de contenido similar al de los libros del Nuevo Testamento. Este libro contiene un relato de la vida de Jesús. Pruebas de este tipo demuestran que Jesús viajó por estas tierras. Hazrat Mirza Sahib señaló pruebas visibles hoy en Afganistán y Cachemira en los nombres de ciudades, pueblos, ríos y tribus, para demostrar que estas regiones fueron pobladas por judíos. La prueba más destacada reside en el propio nombre de Cachemira, que es una modificación de Kashir. Los habitantes originales de Cachemira llamaban a su país Kashir, literalmente “Como Shir” o “Como Siria”, siendo Shir Siria. Del mismo modo, Kabul y otros nombres geográficos afganos son imitaciones de nombres sirios. La fisonomía, los rasgos faciales, la forma de la cabeza, etc., de los habitantes de Afganistán y Cachemira se parecen a los comunes en Israel. Sin embargo, el mayor triunfo de Hazrat Mirza Sahib fue el descubrimiento de la tumba de Jesús. La localizó en la calle Janyar de Srinagar. De la historia antigua de Cachemira se desprende que esta tumba ha sido descrita durante mucho tiempo como la tumba de un “príncipe profeta” que vino de Occidente hace mil novecientos años. Los antiguos habitantes de Cachemira describieron la tumba como la tumba de Isa Sahib.

En resumen, con pruebas extraídas de diferentes direcciones, Hazrat Mirza Sahib demostró que Jesús murió de muerte natural y fue enterrado en Cachemira, y la promesa de Dios contenida en el Sagrado Corán:

‘y les dimos [,Jesús y María] refugio en una tierra elevada y verde con arroyos de agua corriente,’ Al-Muminun, 51.

se cumplió literalmente. La descripción del versículo es una descripción de Cachemira. Este relato de la vida y muerte de Jesús, incluido el relato de su tumba, hizo que la creencia en Jesús como Dios ya no fuera posible. El Dios Jesús estaba muerto. La creencia en él no volverá a vivir.

El Mesías Prometido, el Prometido de todas las religiones

El cristianismo ocupa en nuestro tiempo una posición destacada por su poder político, su expansión territorial, sus actividades misioneras y el progreso científico e intelectual de sus seguidores. Por lo tanto, para probar la superioridad del islam sobre esta religión líder en el mundo, Dios proveyó a Hazrat Mirza Sahib con armas especiales. Para hacer frente a otras religiones se le proporcionó otra arma maestra, Esta arma era suficiente para derrotar a todos ellos. El arma se relaciona con las profecías contenidas en los libros de todas las religiones que predicen la venida de un gran reformador en los últimos días. A la espera de que estas profecías se cumplieran, los seguidores de todas las religiones aguardaron o aguardan la venida de un profeta, un Avatar, o lo que sea. Con la venida de tal reformador se vincula la esperanza de renacimiento fomentada por los seguidores de las diferentes religiones. Tales profecías existen en los libros de los hindúes y los zoroastrianos. Otros grupos religiosos, grandes y pequeños, también tienen tales profecías registradas en sus libros sagrados. En todos ellos hay una descripción del Prometido y de su tiempo. Los signos del tiempo señalado que enumeran las distintas fuentes son muy similares. Si en algunas fuentes se relatan más signos que en otras, los signos adicionales también apuntan al mismo tiempo. Hazrat Mirza Sahib concluyó que las profecías de todas las religiones que predicen la llegada de un reformador en los últimos días se refieren al mismo tiempo.

Las profecías que predicen acontecimientos muchos miles de años antes de que ocurran deben tener un origen divino. No pueden haber sido una invención del hombre o de Satanás. Tenemos la clara enseñanza del Sagrado Corán sobre el tema:

‘…y Él no revela Sus secretos a nadie excepto a quien Él elige, es decir, a un Mensajero Suyo’. – Yinn, 27-8

El conocimiento de lo oculto o del futuro sólo se revela a los verdaderos Mensajeros de Dios. Al mismo tiempo, parecía contrario a la razón que en un mismo momento cada comunidad religiosa, cada grupo, debiera tener un Rasul, Nabi o Avatar enviado a ella para efectuar su dominio sobre todas las demás. Esto significaría Mensajeros de Dios en conflicto y competencia unos con otros. También parecía absurdo que en algún momento cada comunidad o grupo religioso triunfara sobre los demás. En resumen, aunque estas profecías son verdaderas y divinas, no pueden aplicarse a personas diferentes, pues si así fuera, significaría conflicto y confusión. Sería contrario a cualquier acuerdo racional. La única conclusión que podemos sacar, por tanto, es que estas profecías, registradas en libros religiosos y transmitidas hasta nuestros días por diferentes comunidades religiosas, se refieren realmente a una misma persona. El propósito de Dios al transmitir estas profecías era que las diferentes comunidades religiosas del mundo esperasen la llegada de un maestro. El Prometido vendría entonces en la plenitud de los tiempos, proclamaría la verdad del islam e invitaría a los seguidores de todas las religiones al redil de la única religión verdadera. Así efectuaría el triunfo del islam sobre todas las religiones. Podemos decir, por tanto, que el Mahdi no era otro que el Mesías; Krishna no era otro que el Mesías; el Prometido de los zoroastrianos, Maisodarbahmi no era otro que el Krishna, el Mahdi o el Mesías de las profecías primitivas. Así pues, las distintas comunidades religiosas deben esperar a un mismo maestro. La venida de éste fue profetizada bajo diferentes nombres, cada uno familiar a una u otra comunidad, y cada comunidad esperaba ansiosamente su aparición. Así, los diferentes grupos del mundo pensarían en el Prometido como el Prometido de las profecías descritas en sus propios libros y en su propia lengua. Les parecería uno de los suyos, no un extraño. Cuando, por fin, apareciera y los signos de su tiempo y la verdad de su proclamación se hicieran evidentes, aceptarían el islam y se harían musulmanes gracias a su testimonio e invitación.

El plan divino parece análogo a una disputa entre muchos grupos, para llegar a un acuerdo entre los cuales alguien propone que cada uno nombre un árbitro. Después de que cada grupo ha nombrado a su árbitro, se descubre que cada uno de ellos ha nombrado a la misma persona, sólo que dándole cada uno su nombre preferido. La paz, en estas circunstancias, es irresistible.

Hazrat Mirza Sahib, por lo tanto, dijo que las profecías contenidas en las diferentes religiones sobre la venida de un reformador se referían al tiempo resiente, y que era inútil esperar más de un Mensajero de Dios a la vez, cada uno tratando de difundir su versión de la verdad y de impulsar los intereses de su propio grupo en el mundo. Era evidente que las diferentes religiones, bajo diferentes nombres, buscaban a una misma persona. El Prometido no era otro que el Mesías Prometido del islam. Un profeta o mensajero no pertenece a ninguna comunidad. Es de Dios. Quien esté dispuesto a unirse a él por amor a Dios, puede proclamarlo como su profeta o mensajero. El Mesías Prometido, por lo tanto, pertenece a todos. Los seguidores de todas las religiones pueden proclamarlo como suyo. Su progreso espiritual está ligado a él. Tienen que aceptarlo como su líder y preceptor. Sólo pueden hacerlo aceptando el islam y haciéndose musulmanes. Así cumplirán la gran profecía que promete el triunfo del islam sobre las demás religiones.

Este acercamiento a las demás religiones fue tan vital y eficaz que las demás religiones no pudieron resistirse a él. Cada religión contiene una profecía sobre un reformador en los últimos días. Los signos relativos al reformador se refieren al tiempo presente. Todos esos signos se han cumplido. Sólo hay un pretendiente al cargo espiritual y éste es el Mesías Prometido, el Fundador del Movimiento Áhmadi. Los seguidores de las religiones que enseñan estas profecías pueden elegir uno de dos caminos: pueden negar las profecías que les han sido transmitidas; o deben admitir que el Prometido del islam es también el Prometido de sus propias profecías, y deben entonces aceptarlo y aceptar el islam. No existe un tercer camino. Cualquiera de las dos vías abiertas conduciría al triunfo del islam. Si los seguidores de otras religiones niegan las profecías contenidas en sus respectivas religiones, niegan la verdad de esas religiones. Esto sería un claro triunfo del islam. Si aceptan estas profecías y aceptan al único pretendiente al cargo espiritual que responde a sus descripciones, entran en el redil del islam. De nuevo, sería un triunfo para el islam.

Este poderoso enfoque de Hazrat Mirza Sahib debe producir grandes resultados. A medida que pasa el tiempo, los seguidores de otras religiones deben volverse cada vez más hacia el islam, de modo que debe llegar el momento en que la única religión dominante en el mundo sea el islam. El Mesías Prometido ha sembrado la semilla. Esto es lo que hacen los mensajeros y los profetas. El árbol crece de la semilla y da su fruto, pero a su debido tiempo. La gente del mundo prueba el fruto y disfruta de su dulzura y su sabor y descansa bajo su sombra, pero sólo cuando llega el momento.

Gurú Nanak, fundador de los sijs

Un grupo religioso parece haber escapado al enfoque vital e irresistible de Hazrat Mirza Sahib hacia las religiones del mundo. Este grupo es el de los sijs. El fundador de los sijs, Guru Nanak, llegó mucho después que el Santo Profeta (¡la paz y las bendiciones de Dios sean con él!). Sin embargo, incluso el Libro Sagrado Sikh contiene la profecía sobre un mensajero en los últimos días. Está claramente escrito en las cuerdas sijs que el Reformador Prometido aparecerá en Batala (Batala es el Tehsil en el que está situado el pueblo de Qadian); la profecía sij, por tanto, se ha cumplido literalmente en la persona de Hazrat Mirza Sahib. La dificultad que plantea la religión sij es que el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) era Jatam al-Nabiyyin, el Sello de los Profetas, la fuente y la sanción de todos los profetas. ¿Cómo podía un grupo religioso, incluso uno tan pequeño como los sijs, surgir después del Santo Profeta (la paz sea con él)? Hazrat Mirza Sahib recibió una guía especial de Dios para tratar con la religión sij. Vio en una visión que Guru Nanak (la misericordia de Dios sea con él) no era el fundador de ninguna religión. Era un seguidor del islam y un verdadero musulmán.

Hazrat Mirza Sahib comenzó a investigar. Descubrió que el Granth Sahib, la escritura sij, que es una colección de sermones y discursos de Bawa Guru Nanak (la misericordia de Dios sea con él), contiene exhortaciones para las cinco oraciones diarias, los ayunos anuales, el Zakat y el Hayy. Se advierte severamente a quienes incumplen estos deberes religiosos fundamentales. De otros libros sijs se desprende que Bawa Sahib solía vivir en compañía de santos musulmanes. Visitaba las tumbas de los santos musulmanes y pasaba allí su tiempo en meditación. Se unía a ellos en las oraciones congregacionales. Viajó al Heyaz para realizar el Hayy y visitó Bagdad y otros lugares sagrados del islam. El descubrimiento más importante, sin embargo, fue un manto (Chola) que los sijs guardan y adoran como una reliquia. En este manto están escritos capítulos y versículos del Sagrado Corán: el capítulo 112, por ejemplo, el famoso versículo del “Trono”, y el versículo “Ciertamente la verdadera religión con Al’lah es el islam” (3:20). El Kalima del islam, “No hay más Dios que Al’lah y Muhammad es Su Profeta”, está escrito en negrita. Como los devotos sijs no sabían árabe, veneraban estos escritos como misterios divinos. No se daban cuenta de que los escritos eran una declaración del islam por parte de Bawa Sahib. Mediante argumentos basados en los libros sijs y relacionados con las reliquias consideradas sagradas por ellos, Hazrat Mirza Sahib empezó a decir a la comunidad sij que su gran fundador era musulmán. El impacto en la comunidad sij fue muy real. Ya mostraban una tendencia a simpatizar con el islam y, a medida que el verdadero significado de estos descubrimientos les fuera llegando, se darían cuenta de que sólo se habían desviado de la fe de su fundador. La fe de los primeros sijs era el islam. Se desvincularon gradualmente de ella debido a controversias políticas. Estas controversias, como la investigación histórica tiende a demostrar, se debieron a los hindúes, no a los musulmanes. Han agriado mucho las relaciones entre sijs y musulmanes. Pero los sijs son un pueblo valiente. Cabe esperar que pongan la verdad por encima de la política, olviden el pasado y se unan al islam. Cuando lo hagan, el aire resonará con el grito Sat Sri Akal (‘Salve, el Único Dios Verdadero’). El reformador prometido en sus escrituras ha aparecido según la promesa en el Tehsil de Batala. Depende de ellos aceptarlo y unirse a él y sumarse al esfuerzo que ha iniciado en nombre del islam.

Un gran concepto

El tercer método de ataque que Hazrat Mirza Sahib empleó para lograr el triunfo del islam sobre otras religiones fue su exposición de un gran concepto enseñada por el islam. Este concepto se refiere a la actitud de cada religión hacia otras religiones. Antes de la época de Hazrat Mirza Sahib, era común; de hecho, se consideraba justo y correcto que cada religión considerara falsas a las demás religiones y a sus seguidores. Salvo algunos individuos y algunos grupos, todos los judíos creían que Jesús era un mentiroso; todos los cristianos creían que el Santo Profeta (la paz sea con él) del islam lo era; los zoroastrianos consideraban a los profetas de las otras religiones del mismo modo; y las otras religiones, a su vez, trataban al profeta zoroastriano de forma similar. Los seguidores de cada una de las cuatro religiones consideraban falsos a los demás maestros religiosos, y los seguidores de estas religiones consideraban falsos a los fundadores de las cuatro, y así sucesivamente. Las disputas entre religión y religión habían llegado a ser muy degradantes. Cada comunidad religiosa estaba en guerra con las demás y, sin embargo, las personas sensatas podían detectar indicios de verdad en todas las religiones. En cualquier caso, parecía cruel considerar falsos a los fundadores de las tradiciones religiosas. No era fácil convencerse de ello. Pero ¿había solución?

El resultado de estas disputas fue el aumento del rencor y el antagonismo religioso. Los hindúes leían acerca de sus propios maestros religiosos y se sentían conmovidos por sus grandes cualidades morales y espirituales, pero oían a otros decir que esos maestros eran mentirosos y farsantes. Esto les sorprendía tanto como les molestaba. Naturalmente, pensaban que los detractores actuaban por malicia y por falta de voluntad para comprender. Del mismo modo, los seguidores de otras religiones leían acerca de sus propios fundadores y estaban persuadidos de sus cualidades espirituales, y cuando oían que abusaban de ellos se enfurecían. Había surgido una dificultad insuperable. ¿Cómo podía establecerse el respeto y la reverencia hacia los maestros religiosos? Quienes examinaban la cuestión sin prejuicios y sin ideas preconcebidas no podían pensar que el Dios Universal escogiera a un pueblo para sus favores y olvidara a todos los demás, Sin embargo, nadie se atrevía a decirlo. Cada grupo religioso pensaba que aceptar a los fundadores de otros grupos religiosos equivalía a repudiar su propia posición religiosa.

Los hindúes liberales inventaron una solución. Empezaron a enseñar que todas las religiones proceden de Dios: las diferentes religiones son como diferentes rutas que conducen a la misma meta, y la religión hindú era la mejor de esas rutas. Esta ingeniosa solución estaba abierta a dos serias objeciones que parecían incontestables. La primera objeción era que si todas las religiones, tal y como las encontramos hoy en día, proceden de Dios y conducen en última instancia a Él, ¿por qué difieren sus enseñanzas en asuntos vitales e importantes? Puede haber diferencias en los detalles, pero no en los fundamentos. Muchos caminos pueden conducir a una mansión, pero sería absurdo pensar que los caminos que vienen del este deban llegar a ella por el oeste o el norte o el sur. Pueden sufrir pequeñas divergencias, pero su dirección general debe ser la misma. En las verdades fundamentales y permanentes no puede haber grandes desacuerdos o diferencias. Puede haber diferencias, por ejemplo, en los modos de culto, en los detalles del deber religioso, etc.; pero es difícil imaginar que a los judíos y a los musulmanes Dios les dijera “Yo soy Uno”, mientras que a los zoroastrianos les dijera “Yo soy dos”, a los cristianos “Yo soy tres”, a los hindúes “Yo soy muchos”, a los chinos “Yo estoy en todas partes y soy todo”. Tampoco es posible que a un grupo (los musulmanes) Dios declare que Él trasciende todas las cosas y que está lejos de encarnarse incluso en el marco humano; a otro (los cristianos) que ciertamente podría encarnarse en el marco humano; y a otro más (los hindúes) incluso en los marcos de los animales inferiores. Tampoco puede ser que a los musulmanes les enseñe que la vida después de la muerte es inevitable, y a los judíos que no lo es; ni que diga a un tiempo (al islam) que los muertos no pueden volver a la vida, y a otro (a los hindúes) que sí pueden y que después de la muerte los seres humanos pasan a una serie de vidas. En resumen, es posible que las enseñanzas que proceden de Dios muestren ligeras variaciones en función de las personas a las que se dirigen (su época, su entorno, etc.); pero no puede haber ninguna diferencia vital, ningún desacuerdo en la descripción de los acontecimientos históricos, por ejemplo, o en el contenido de las proposiciones básicas. Las enseñanzas religiosas, tal y como las encontramos hoy en día, difieren entre sí no sólo en los detalles, sino también en los fundamentos. Las diferencias de carácter fundamental no pueden atribuirse a un Dios Universal, y las enseñanzas religiosas tan diferentes entre sí no pueden conducir todas a Él.

La segunda objeción a esta concepción liberal hindú es que, en cierto sentido, los hindúes consideran que su propia religión es superior a las demás (aunque esas otras también puedan conducir finalmente a Dios). La religión hindú es la mejor, la más antigua, etcétera. Esta es una posición muy difícil. Si Dios había revelado la mejor religión al principio, ¿qué necesidad había de revelar después religiones que eran menos que la mejor? Si la humanidad era capaz de recibir y beneficiarse de una religión perfecta en el principio, no tenía sentido enviar religiones inferiores en épocas posteriores. Parece contrario a la razón pensar que la mejor religión debería haber llegado en la infancia de la raza humana, y que más tarde, cuando las ciencias humanas y las artes se habían vuelto más avanzadas, deberíamos tener religiones inferiores. Es más razonable pensar que las religiones posteriores deberían ser más perfectas, más avanzadas que las anteriores, o si no más, al menos tan perfectas, tan buenas.

Estas dos dificultades eran insuperables. Para los que proponían conciliar las religiones a la manera hindú, la cuestión importante era: ¿Cuál era exactamente la disposición de Dios para guiar a la humanidad desde los primeros tiempos hasta hoy?

Los cristianos también presentaron una solución al problema de las religiones en conflicto. Decían que Dios invitó a toda la humanidad a su guía. Lo hizo a través de Jesucristo. Dios no tenía favoritos; para Él, todos los sectores de la humanidad eran igualmente merecedores de su ayuda y guía. Pero ni siquiera esta solución resolvía la dificultad. La pregunta seguía en pie: ¿Qué había hecho Dios para guiar a la humanidad antes de enviar a Jesús? La Biblia nos dice que el mensaje de Jesucristo estaba destinado a Israel, no a los demás. Sin embargo, aunque sea cierto que los maestros cristianos dirigieron más tarde el mensaje cristiano a todos los pueblos del mundo, la pregunta sigue en pie: ¿Qué hizo Dios por los muchos millones de seres humanos que habían precedido a Jesús? ¿Habían ido sin guía divina? El mensaje de Jesús no podía llegar a los que habían vivido y muerto antes de su tiempo.

Por tanto, la pregunta no tenía una respuesta satisfactoria. Había que definir el estatus de los diferentes mensajes religiosos. Sin una definición justa del estatus, las diferentes religiones se vieron envueltas en una guerra interminable entre ellas. Hazrat Mirza Sahib recurrió al Sagrado Corán en busca de una respuesta a esta cuestión y presentó una nueva perspectiva, un nuevo punto de vista. El Sagrado Corán dice:

‘…y no hay pueblo al que no haya venido un amonestador’. Al-Fatir, 25.

Según esta enseñanza, no ha habido un solo pueblo en ningún momento de la historia ni en ningún lugar del mundo que no haya tenido un amonestador de Dios, un maestro, un profeta. Según el Sagrado Corán ha habido profetas en todos los tiempos y en todos los países. India, China, Rusia, Afganistán, partes de África, Europa, América, todos han tenido profetas según la teoría de la guía divina que enseña el Sagrado Corán. Por lo tanto, cuando los musulmanes oyen hablar de profetas de otros pueblos o países, no los niegan. No los tachan de mentirosos. Los musulmanes creen que otros pueblos han tenido sus maestros. Si otros pueblos han tenido profetas, libros y leyes, esto no constituye ninguna dificultad para el islam. Sólo confirman la concepción universalista que el islam ha enseñado. Sin embargo, el islam enseña que las enseñanzas anteriores se ajustaban a las necesidades y capacidades de los pueblos anteriores. La enseñanza perfecta que Dios finalmente envió a través del Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) llegó en un momento en que la humanidad estaba lo suficientemente avanzada como para recibir y beneficiarse de tal enseñanza. El Santo Profeta fue enviado a toda la humanidad. Esta concepción de la enseñanza divina es la más completa que podemos tener. Ningún pueblo queda fuera del plan de la guía divina. Hoy el islam es el único camino, la única guía, porque es la última y la más perfecta. Con la llegada de la enseñanza más perfecta, las enseñanzas anteriores deben ser reemplazadas. Su sustitución no sólo es inevitable según la enseñanza islámica: también es un hecho patente de la historia. Los libros de las religiones anteriores han carecido de protección divina. Han sufrido interpolaciones y extrapolaciones humanas. Se han distorsionado. Siguen siendo verdaderos por su origen divino, pero también son falsos por las distorsiones que han sufrido desde entonces. Esta concepción de la enseñanza divina a través de los tiempos que Hazrat Mirza Sahib expuso a partir del Sagrado Corán resultó irresistible. Si alguien decide rechazar esta concepción, tendrá que admitir que Dios da guía a algunas personas, pero no a otras, una idea que ningún hombre con sentido común puede aceptar. Sin embargo, si se admite que la guía de Dios ha sido recibida en todas partes, en todos los tiempos, entonces la verdad del islam no puede ser cuestionada, porque el islam es la última religión y es el islam el que enseña cómo la guía de Dios llegó a diferentes pueblos en diferentes épocas.

Esta visión de la guía de Dios tiene un atractivo peculiar. Los hombres educados y de amplias simpatías, que suscriben cualquier punto de vista religioso, quedan impresionados y persuadidos por ella. Encuentran que la concepción no es fácil de negar. Negarla implica negar a Dios. Si no pueden negar a Dios, ni la concepción islámica de la guía de Dios, tienen que aceptar el islam. No tienen otra alternativa. La visión estrecha y confusa de la guía divina que prevalecía antes fue transformada por el Mesías Prometido en una visión genuinamente liberal y claramente formulada de la guía divina. Esto, entre otras cosas, contribuyó a la victoria del islam en nuestro tiempo.

Una nueva perspectiva en los debates religiosos

El cuarto método de enfoque que Hazrat Mirza Sahib empleó para demostrar la superioridad del islam consistió en una nueva concepción de las controversias religiosas. Esta concepción también demostró ser irresistible e incontestable; y de nuevo, la concepción fue definida bajo la guía divina. Su formulación cambió todas las concepciones y métodos actuales de los debates religiosos. Hazrat Mirza Sahib propuso criterios racionales y equitativos para la evaluación de las proclamaciones religiosas. Los enemigos del islam no podían encontrar ningún fallo en ellos; y si los aceptaban, tampoco podían enfrentarse al islam. Si rechazaban los criterios, estaban derrotados. Si los aceptaban, también eran derrotados. Los enemigos del islam no tenían ninguna oportunidad en el conflicto ni escapaban de él.

¿En qué consistía esta nueva concepción del debate religioso? Antes de la época de Hazrat Mirza Sahib, los debates religiosos tenían un alcance ilimitado. En un debate, una parte podía plantear las objeciones que quisiera contra la otra. Al mismo tiempo, podía hacer las proclamaciones que quisiera en su propio nombre. Con un alcance tan ilimitado, no había fin a los debates religiosos ni a la amargura que producían; y todo ello, sin ningún beneficio para la búsqueda humana de la verdad. Para que una carrera tenga un resultado, es necesario que se desarrolle de acuerdo con unas reglas. sin reglas no podemos descubrir al ganador. Por ejemplo, si no se designa una dirección para los participantes, nunca podremos nombrar al ganador. Lo mismo ocurre con las disputas religiosas. Incluso ellos deben tener una dirección establecida para ellos. Antes de la época de Hazrat Mirza Sahib, un contendiente religioso podía atribuir a sus libros cualquier concepto que quisiera. Esa concepción podía haber sido tomada de algún otro libro o de alguna otra enseñanza. Pero un exponente religioso podía decir que pertenecía a su religión, a su libro. El debate subsiguiente no versaba sobre ninguna concepción religiosa existente, sino sobre concepciones imaginarias: como mucho, concepciones propias de los contendientes, no de las religiones sobre las que discutían. Los buscadores de la verdad no obtenían ninguna ayuda de tales debates. Tras la discusión más exhaustiva, se quedaban como estaban antes. Hazrat Mirza Sahib demostró la inutilidad de este tipo de debates. Estableció el principio de que, si un libro divino es divino y está destinado a guiar a la humanidad, debe hablar por sí mismo. Debe exponer sus enseñanzas con sus propias y claras palabras. También debe exponer los argumentos que desea esgrimir en favor de su enseñanza. Si un libro divino no expone su enseñanza y sus argumentos con claridad, ese libro divino es de poca utilidad SI para alguien. Si la enseñanza y los argumentos de la enseñanza deben ser formulados por los devotos, ¿de qué sirve el libro divino? ¿Puede ser divina la religión que tal libro enseña? No, debe ser una religión hecha por el hombre. Por ella no le debemos nada a Dios. En cambio, Dios nos debe algo a nosotros, porque nosotros formulamos tanto la enseñanza como los argumentos para Él. Hazrat Mirza Sahib enseñó que para concluir con éxito los debates y discusiones religiosas, era necesario que los seguidores de los libros revelados no atribuyeran ninguna enseñanza a esos libros a menos que pudieran citar la enseñanza de los libros, y a menos que también pudieran citar los argumentos de esa enseñanza. Los defensores de otras religiones no podían oponerse a él, porque objetarlo habría significado que las enseñanzas atribuidas a determinados libros religiosos no existían en esos libros. Si existían, había que encontrarlas y citarlas. Además, si se podían citar algunas enseñanzas, también debería ser posible citar de los propios libros los argumentos en los que se basaban las enseñanzas. Ciertamente, no era mucho pedir. La mente humana modelada por Dios es racional, y se negó a aceptar una proposición no basada en fundamentos racionales. Es imposible que Dios invite a los hombres a aceptar proposiciones sin citar ninguna razón que las apoye. Los defensores de los libros religiosos, por tanto, no podían oponerse a este criterio; habría sido admitir su debilidad. Pero tampoco les resultó fácil aceptar el criterio. Mucha gente se sorprenderá al saber que cuando se examinaron las proclamaciones de otras religiones a la luz de este criterio, se descubrió que nueve de cada diez proclamaciones hechas en su nombre no estaban respaldadas por los libros revelados a los que se atribuían. Cuando las enseñanzas atribuidas a los libros podían citarse de los libros, rara vez o nunca se apoyaban en argumentos proporcionados por los propios libros, como si Dios fuera capaz de presentar grandes proposiciones, pero tuviera que depender de otros para los argumentos.

De este modo, Hazrat Mirza Sahib demostró que los defensores de las distintas religiones inventaban principios altisonantes o tomaban prestados bellos pensamientos de otros y los atribuían a sus respectivas religiones. Luego confrontaban a los defensores de las religiones rivales con estas invenciones. Los debates eran inútiles. Si se pudiera probar que tales proposiciones eran superiores y fuertes, sólo probarían su propia superioridad y fuerza o la superioridad y fuerza de las mentes de sus autores. No probarían la superioridad de sus religiones si las proposiciones que se habían probado superiores y fuertes no se encontraban en los libros religiosos a los que se atribuían. Contra todo esto, Hazrat Mirza Sahib demostró que todas las enseñanzas y proclamaciones que el islam presentaba podían citarse en su libro, el Sagrado Corán. Los argumentos de esas enseñanzas también pueden citarse del libro. Hazrat Mirza Sahib ilustró esto de muchas maneras diferentes y en muchas ocasiones diferentes. Los enemigos del islam fueron derrotados. Les resultó imposible hacer frente al desafío o escapar a sus fatales resultados. El desafío sigue y seguirá sin respuesta. Invita a los contendientes religiosos a un criterio que es imposible no aceptar y que, si se acepta, hace imposible la difusión de proclamaciones falsas o la aplicación de normas falsas en los debates religiosos. Cuanto más insistan los musulmanes en este criterio, más se retirarán del campo los defensores de las falsas religiones. La debilidad de su posición será cada vez más clara para sus seguidores, y el triunfo del islam sobre las demás religiones se hará cada vez más evidente.

La cercanía a Dios, la medida de la verdad religiosa

El quinto método de acercamiento que Hazrat Mirza Sahib (la paz sea con él) empleó en su controversia con otras religiones resultó completamente fatal para ellas. Proporcionó al islam una victoria que nadie pudo cuestionar. Hazrat Mirza Sahib recordó a los enemigos del islam que el objetivo último de la religión era permitir al hombre establecer contacto con Dios. Por lo tanto, un importante criterio de verdad entre las religiones era el grado y la calidad del contacto que cada religión lograba promover entre Dios y el hombre. Dicho contacto connotaba el grado de verdad presente en cada religión. Con él podíamos determinar hasta qué punto una religión dada era aceptable para Dios. El contacto entre el hombre y Dios debe tener signos visibles. Sabemos por experiencia ordinaria que cuando dos cosas entran en contacto, cada una tiene algún efecto sobre la otra. Cuando nos acercamos al fuego nos quemamos o al menos experimentamos el calor, y cuando bebemos agua saciamos nuestra sed y nos volvemos brillantes y vigorizados. La buena comida aumenta nuestro peso. El ejercicio tonifica los músculos y da belleza y forma al cuerpo. Del mismo modo, las drogas tienen sus efectos, ayudan o dificultan las funciones normales del cuerpo. Sería la cosa más extraña del mundo si el contacto con Dios no tuviera ningún efecto, si nos postráramos en oración durante períodos increíblemente largos, ayunáramos casi hasta la muerte, hiciéramos caridad hasta el fin de nuestros recursos y, sin embargo, no experimentáramos ningún cambio en nosotros mismos o en las condiciones en que vivimos. Si todas nuestras obras religiosas, nuestras penitencias y nuestros sacrificios han de terminar en nada, ¿por qué hemos de buscar la cercanía de Dios? ¿De qué nos sirve? Cuando nos acercamos a un gobernante terrenal y demostramos que merecemos su atención y favor, experimentamos los resultados de la cercanía. Recibimos honor y estima. Nuestras peticiones son escuchadas, nuestros problemas resueltos. Otros que nos observan desde lejos sienten que gozamos del favor y la atención del gobernante. Pero nada puede saberse o verse de los resultados, del contacto de un hombre con Dios. No se puede observar ningún efecto en términos de automejora o en términos de nuestras relaciones con los demás. Seguimos como estábamos.

Una religión viva

Hazrat Mirza Sahib insistió en que una religión que proclama ser una religión viva produce resultados visibles para quienes actúan según sus enseñanzas y sus disposiciones. Un verdadero seguidor de tal religión debería encontrar a Dios y disfrutar de Su favor. Esa cercanía entre Dios y el hombre también debe tener algunos signos. Por lo tanto, los defensores de las distintas religiones deberían desistir de atacarse unos a otros, de hacer grandes proclamaciones en nombre de su propia religión y de señalar las debilidades de otras religiones. En su lugar, deberían aportar pruebas de la vida espiritual y la vitalidad que han obtenido de la observancia práctica de su religión. Deben mostrar el grado de cercanía a Dios que han adquirido a través de su religión. Deben presentar ejemplos de personas que han practicado sus religiones y han cosechado los beneficios espirituales que éstas prometen. Una religión que demuestre su valor con criterios de este tipo debe ser aceptada como viva y verdadera. Una religión que no pueda demostrar su valor de este modo debe ser rechazada como muerta y falsa. Carga a sus seguidores en lugar de soportar sus cargas. Hace más mal que bien. Asociarse a ella trae desgracia en este mundo y castigo en el otro. Este criterio de una religión viva no podía ser cuestionado. En cuanto se propuso, cayó como un rayo sobre las demás religiones. Empezaron a buscar un método para salvarse de la desgracia. El Mesías Prometido proclamó que la evidencia de la vida sólo se encontraba en el islam. ¿Alguien deseaba cuestionar esto? Si era así, sólo tenía que entrar en una prueba de fuerza con el Mesías Prometido. Nadie se atrevía, y no había nada de qué extrañarse. A ninguna religión le quedaba vida. Defender a gritos la propia religión es fácil. Presentar pruebas del amor y la preocupación de Dios es difícil. ¿Amaba Dios una religión determinada? ¿Le interesaba? Las religiones actuales no pueden ofrecer pruebas de una atención siquiera fugaz por parte de Dios. ¿Cómo podrían ofrecer pruebas de su amor e interés?

Un obispo desafiado

El desafío del Mesías Prometido iba dirigido a hindúes, cristianos, judíos, a todo el mundo. Pero nadie se presentó. De diferentes maneras y en diferentes ocasiones invitó a los líderes de otras religiones a probar la calidad del contacto con Dios. Pero fue en vano. Invitó al obispo de Lahore, jefe de la gran diócesis del norte de la India, a probar con él la eficacia de la oración. ¿No había prometido el Nuevo Testamento que, si los cristianos tenían una fe igual a la de un grano de mostaza, serían capaces de mover montañas? También a los musulmanes se les había dicho en sus libros que los verdaderos creyentes podían contar con la ayuda y el apoyo de Dios y con el éxito de sus oraciones. Por lo tanto, era conveniente que el obispo se uniera en oración a Dios y averiguara de quién era la oración escuchada: de un cristiano o de un musulmán. El obispo hizo oídos sordos. Le pareció seguro ignorar el desafío del Mesías Prometido. El silencio del obispo resultó exasperante Algunos periódicos editados en inglés atacaron al obispo Los obispos cobraban jugosos sueldos y hacían grandes proclamaciones, decían, pero cuando se trataba de un concurso o juicio de algún tipo, se retiraban del campo. El obispo no se inmutaba. A pesar de las críticas, a pesar del ridículo, seguía aplazando el desafío.

El Mesías Prometido repitió el desafío una y otra vez. Pero nadie se atrevía a aceptarlo. Este planteamiento en nombre del islam resultó tan incontestable como todos los demás. Toda persona que piense correctamente debe reconocer su importancia y relevancia. El resultado fue la victoria del islam. Los no musulmanes deben ser cada vez más conscientes de la falta de vida de sus respectivas religiones. Al mismo tiempo, también deben ser conscientes de la vida visible en el islam. La superioridad de la verdad del islam debe hacerse cada vez más evidente. En las discusiones teóricas uno puede sentirse invicto hasta el final, pero cuando se trata de una cuestión práctica y de hecho, la verdad debe encontrarse de un lado o del otro. Este enfoque propuesto y utilizado por el Mesías Prometido debe mostrar sus efectos mortales a medida que pasa el tiempo. En opinión de los hombres que piensan correctamente, el islam ya ha ganado. Ninguna otra religión puede proclamarlo. La victoria del islam ya es evidente.

Los cinco tipos de enfoque empleados por el Mesías Prometido en nombre del islam llevaron al islam a la victoria sobre las demás religiones La labor del Mesías Prometido está, pues, hecha. Si Hazrat Mirza Sahib no es el Mesías Prometido, entonces la pregunta es: ¿Qué más hará el verdadero Mesías cuando venga? ¿Convertirá a la gente al islam a punta de espada? ¿Qué utilidad tendrán las conversiones forzadas para el islam o para los conversos? Consideremos un poco: si los cristianos comenzaran a convertir a los musulmanes por la fuerza, ¿qué deberíamos pensar y decir de ellos todos nosotros y otros hombres decentes? ¿No deberíamos decir que esto es perverso e insensato? ¿No deberíamos entonces condenar al verdadero Mesías de la misma manera por hacer lo mismo? No, no, no. Las adhesiones forzosas al islam serían una amenaza. Perjudicarían inconmensurablemente al islam y pondrían en su contra a todos los hombres decentes y amantes de la libertad. El Mesías ‘Prometido’ no debe utilizar la espada. Su método debe ser el método del argumento. Hazrat Mirza Sahib ya ha demostrado la victoria del islam mediante argumentos racionales, apelando a la observación y a la experiencia. Hazrat Mirza Sahib, por lo tanto, es el Mesías Prometido. Ha hecho lo que el Mesías Prometido debía hacer.

A veces se dice que los argumentos utilizados por Hazrat Mirza Sahib no eran suyos, sino que ya existían, por lo que ¿cómo puede atribuírsele la victoria del islam conseguida con tales argumentos? La objeción es inútil. Una espada sin un espadachín puede lograr muy poco. Sólo puede hacer su trabajo cuando se encuentra a alguien que pueda blandirla. La situación del islam en la época del Mesías Prometido era que la espada del argumento que el islam siempre había utilizado estaba presente, pero los musulmanes no sólo no eran capaces de utilizarla, sino que ni siquiera eran conscientes de su existencia. El Mesías Prometido recibió de Dios una nueva visión del significado del Sagrado Corán. Dedujo de nuevo las verdades del islam y reafirmó los argumentos en los que se basaban. Luego utilizó esos argumentos en la defensa del islam y en la batalla del islam contra otras religiones. Enseñó el uso de esos argumentos a sus seguidores y a otros. La victoria del islam, por tanto, se debe a él. El Sagrado Corán, en lugar de ayudar a los musulmanes y al islam, se había convertido en un estorbo, en una fuente de vergüenza para ellos. Si no hubiera sido por el Mesías Prometido, habría seguido siéndolo. Un arma sin artillero se convierte en una amenaza no para el enemigo, sino para su propietario. Por falta de comprensión, el Sagrado Corán se había convertido en una carga, un lastre. Hazrat Mirza Sahib anunció su proclamación y creó una nueva fe, una nueva esperanza. Las bendiciones y beneficios del Sagrado Corán comenzaron a mostrarse. Se enfrentó a los enemigos del islam con argumentos que no pudieron resistir. Primero se encontraron defendiéndose y más tarde les resultó difícil incluso defenderse. Algunos dirigieron memoriales al Gobierno, rogándole que detuviera Mirza la victoria del islam se hizo segura. Ya nada podía impedir su triunfo sobre las demás religiones.

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